Verba volant, scripta manent

sábado, 15 de octubre de 2011

Los soldados japoneses que no se rindieron (I): Teruo Nakamura

                                         Teruo Nakamura

El 18 de diciembre de 1974, soldados del ejército indonesio capturaron a un extraño personaje en el recóndito interior de la selva de la isla de Morotai, en el archipiélago de las Molucas. Era un hombre ya de edad madura, prácticamente desnudo y con síntomas de padecer la malaria. Se llamaba Teruo Nakamura y se había convertido en el último combatiente japonés de la Segunda Guerra Mundial en rendirse.
La unidad de Nakamura, el 4º Regimiento de Voluntarios de Takagaso, había ocupado Morotai en 1943. En septiembre de 1944, las tropas aliadas tomaron la isla y la mayoría de los defensores japoneses murieron o fueron capturados. Los supervivientes recibieron la orden de resisitir, y así lo hicieron. En enero de 1945 los que quedaban lanzaron una ofensiva suicida contra los americanos, que acabaron con casi todos. Los que sobrevivieron se refugiaron en la selva, y eso es lo que hizo Nakamura. Primero solo, luego en compañía de otros soldados, de los que se separó en 1956 (alegó que había sido amenazado de muerte por sus compañeros, cosa que éstos negaron) para continuar en soledad hasta que en 1974 se tropezó con un aldeano que dió aviso a las autoridades, quienes a petición del gobierno japonés organizaron una misión de captura para devolver al viejo soldado a su hogar.
Cabría pensar que la resistencia de Nakamura recibiría alabanzas a su vuelta a casa, pero en realidad fué todo lo contrario. Lo cierto es que había habido ya varios casos como el suyo en los últimos años y la sociedad japonesa se preguntaba incómoda cuántos veteranos habría todavía por esas selvas esperando órdenes del Emperador. Además había un pequeño detalle que convertía a Nakamura en un problema diplomático, más que en un héroe nacional. Nakamura no era "exactamente" japonés. Era un amis, un nativo de Taiwán, y había nacido en dicha isla bajo la ocupación japonesa. Para buena parte de la sociedad japonesa más conservadora Nakamura ni siquiera podía ser considerado japonés. Y el gobierno nipón se veía en un brete, ya que temía que el viejo soldado provocase un incidente diplomático con China (que seguía considerando a Taiwán parte de su territorio) o con Taiwan, donde la ocupación japonesa había dejado un pésimo recuerdo (igual que en China, Corea, Filipinas y los demás territorios del sureste asiático que habían estado bajo su dominio).
La decisión del gobierno nipón fué cobarde y lamentable. Sin ni siquiera reconocer los casi treinta años pasados por Nakamura en Morotai como tiempo de servicio, le concedieron una pequeña indemnización y una exigua pensión de ex-combatiente, y le enviaron de vuelta a Taiwan. Que los taiwaneses se encargasen de los suyos.
Retornado a su país natal, Nakamura se convirtió en una presencia molesta para el gobierno y la sociedad taiwanesas. Con el sentimiento anti japonés de los taiwaneses, resultaba incómodo encontrar a un taiwanés que había servido heroicamente en el ejército imperial y que se consideraba japonés. Trataron de aprovecharlo publicitariamente. Le cambiaron su nombre por uno chino, pasando a llamarle Liu Kwan Hei, y quisieron presentarlo como una víctima del imperialismo japonés: había sido enrolado a la fuerza y sólo el miedo al castigo le llevó a permanecer tanto tiempo escondido. Algo que el propio Nakamura se encargaba de desmentir: seguía haciéndose llamar Nakamura, proclamando su fidelidad al Emperador y hablando japonés. Al final, todos se desentendieron de él. Solo y rechazado por casi todos (su esposa se había vuelto a casar tras haber sido declarado muerto en 1945), y con su salud deteriorada por su vida al aire libre, Teruo Nakamura murió a causa de un cancer de pulmón en 1979, menos de cinco años después de haber salido de la selva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario