Verba volant, scripta manent

sábado, 19 de noviembre de 2011

Alejandro Dumas y los negros

                       Alejandro Dumas padre (1802-1870)


Es bien sabido que el gran escritor francés del siglo XIX Alejandro Dumas, autor entre otras de El conde de Montecristo o Los tres mosqueteros, recurría con cierta frecuencia a los servicios de "negros", escritores a sueldo que realizaban parte del trabajo necesario para sus obras, especialmente de documentación, además de redactar partes de las novelas (aunque luego, al parecer, Dumas las revisaba y reescribía para darles su "toque" personal). De otro modo, no le hubiera dado tiempo de mantener su elevado ritmo de publicación (se le atribuyen hasta 257 novelas, además de relatos cortos, libros de viajes, artículos periodísticos, diccionarios de cocina y obras de teatro) sin desatender su agitada vida privada, marcada por sus dos grandes pasiones: la gastronomía y las mujeres. De hecho, pese a su inmenso éxito literario y a la gran fortuna que acumuló, murió prácticamente arruinado, todo se lo gastó en comidas y mujeres (excuso decir que, aún gastándose mucho dinero en comer, se gastó mucho más en mujeres).
Este uso de los llamados "negros" (el más conocido de los cuales fué Auguste Maquet) dió lugar a algunas divertidas anécdotas. Cuentan que, hablando un día con su hijo Alejandro Dumas jr. (Dumas tuvo al menos seis hijos naturales conocidos, aunque sólo reconoció a dos: a Alejandro jr. y a Marie-Alexandrine), también escritor (su obra más conocida es La dama de las camelias), se le ocurrió preguntarle:
- ¿Has leído mi última novela?
A lo que su hijo, con mucho descaro, contestó:
- Yo no. ¿Y tú?.
En otra ocasión, cuentan que se hallaba en su casa, preocupado porque su "negro" de turno acababa de morir, lo que le ponía en la tesitura de ponerse atrabajar de firme, al menos mientras no encontraba un sustituto. Pero entonces alguien llamó a su puerta y fué llevado a su presencia un hombre desaliñado y pobremente vestido, quien le dijo:
- Señor Dumas, he venido a decirle que no tiene que preocuparse, todo va a seguir como hasta ahora.
Dumas, muy sorprendido, pues no conocía de nada al recién llegado, le preguntó:
- Pero, ¿quién es usted?
- Yo -le respondió el otro, sonriendo- era el "negro" de su "negro".

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