Verba volant, scripta manent

sábado, 17 de diciembre de 2011

La batalla de Okehazama

          La batalla de Okehazama (tríptico de Yoshitoshi, c.1860)

La batalla de Okehazama está considerada como uno de los momentos cruciales de la historia de Japón. Cimentó el poder del vencedor, Nobunaga Oda, quien posteriormente alcanzaría un papel muy relevante en la política japonesa. Además, de por sí Okehazama es un extraordinario ejemplo de estrategia militar. Si hubiera tenido lugar en Occidente, posiblemente su nombre nos sería tan familiar como los de Cannas, Farsalia o Austerlitz.
Japón, siglo XVI. El país se halla bajo un régimen feudal. Todos reconocen la autoridad del Emperador, pero éste rara vez se aventura fuera de la capital, Kioto, y delega su poder en un jefe militar o shogun. Fuera de allí, quienes controlan el país son los daimyo, señores feudales que gobiernan un determinado territorio gracias a la fuerza de sus ejércitos, y que a menudo se hacen la guerra entre ellos para aumentar sus posesiones.
Nobunaga Oda nació en 1534. A la muerte de su padre, un daimyo llamado Nobuhide Oda, en 1551, se hizo con el control del clan Oda por la fuerza, matando a su hermano Nobuyuki y a su tío Nobutomo, que le disputaban el mando.
Años más tarde, en mayo de 1560, su camino se cruzó con el de Yoshimoto Imagawa. Éste era uno de los daimyo más poderosos de Japón, ambicioso y sin escrúpulos. Tras aliarse con los clanes Matsudaira, Takeda y Go-Hojo, reunió un impresionante ejército de más de 25000 soldados y se encaminó hacia Kioto, teóricamente para apoyar al shogunato del clan Ashikaga, pero seguramente para acabar con él e imponerse a sí mismo como shogun. Y su camino cruzaba por las posesiones del clan Oda. Nobunaga tenía a sus órdenes apenas 3000 hombres, acantonados en un templo llamado Zenshoji. Ante tal desproporción de fuerzas, Nobunaga consideró cuidadosamente su estrategia. Descartado, por supuesto, rendirse o escapar, como le recomendaban algunos de sus consejeros, le quedaban pocas opciones. Sabía que enfrentarse al ejército de Imagawa en campo abierto era un suicidio, con una desproporción de diez a uno. Tampoco era viable resistir en Zenshoji, ya que tarde o temprano las tropas de Imagawa tomarían el lugar o los rendirían por hambre. Por eso determinó que la mejor estrategia era precisamente la más inesperada: tomar la iniciativa y atacar a los invasores. Tenía a su favor dos factores: el elemento sorpresa, ya que Imagawa no esperaría jamás un ataque; y el conocimiento de  su territorio.
Imagawa, convencido de su victoria, había establecido su campamento en un lugar poco apropiado: un  desfiladero conocido como Dengaku-hazama, cubierto por un espeso bosque. Dejando atrás a unos pocos hombres, para hacer creer al ejército invasor que seguían en el mismo lugar, Nobunaga condujo a sus hombres hacia el campamento enemigo, moviéndose con precaución a través de la espesura para no ser descubiertos. Un tercer factor acudió en su auxilio: la climatología. Hasta aquel momento había sido un día de un calor bochornoso, pero justo en ese momento estalló un súbito aguacero que hizo que los hombres de Imagawa buscaran refugio, permitiendo así a Nobunaga y los suyos llegar hasta las proximidades del campamento sin ser vistos.
Pasada la tormenta, a una orden de su líder, los soldados de Nobunaga cayeron sobre sus enemigos tan de improviso, que éstos, pese a su superioridad numérica, apenas pudieron oponer resistencia y acabaron huyendo desordenadamente. Como ya he dicho, era un día de mucho calor y los soldados de Imagawa, seguros de vencer, habían estado celebrando la victoria, por lo que muchos de ellos ni siquiera llevaban puestas sus armaduras. A todo esto, en plena batalla, Imagawa salió de su tienda muy enfadado. ¡Creía que el alboroto que oía eran sus soldados, ebrios, haciendo ruído e iba a ordenarles que se callaran y volvieran a sus puestos! Debió sorprenderse mucho al ver a su ejército en desbandada... al menos hasta que un samurai de Nobunaga, llamado Shinsuke Mori, le decapitó.
Okehazama supuso el fin del dominio del clan Imagawa (que no tardaría en perder sus tierras e influencia) a la vez que el inicio del apogeo del clan Oda. Nobunaga se convirtió en la figura clave del gobierno de Japón, manteniéndose cerca de la corte de Kioto, de la que recibió títulos y homenajes. Aliado del shogun Yoshiaki Ashikaga primero, luego se enemistó con él y lo depuso. El gran sueño de Nobunaga era la unificación efectiva de todo el territorio japonés bajo un mando fuerte, y llegó a controlar directamente gran parte del centro y el oeste del país, antes de que la traición de uno de sus generales, Mitsuhide Akechi, le llevara a cometer suicidio por el ritual tradicional del sepukku el 21 de junio de 1582. Aún así, se le considera uno de los tres precursores de la unificación del Japón, junto a Hideyoshi Toyotomi (que fué general suyo) e Ieyasu Tokugawa (aliado de Imagawa, luego lo fué de Nobunaga).

¡Nacimos para morir! Quien quiera que esté conmigo, que venga mañana al campo de batalla. Quien no, que se quede donde está y me vea vencer (Nobunaga Oda, la víspera de su victoria en Okehazama).

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