Verba volant, scripta manent

domingo, 11 de diciembre de 2011

La catástrofe de Vajont

                   La presa de Vajont, hoy


Poderoso caballero es Don Dinero, dice un antiguo refrán español. Que como la mayoría de los refranes, suele tener razón. A menudo resulta sorprendente ver cómo los intereses económicos o políticos a menudo priman sobre las demás consideraciones, incluída (lamentablemente) la vida humana.
Italia, devastada por la Segunda Guerra Mundial, había sufrido una posguerra igualmente dura. Privada de recursos, obtenía la mayor parte de su energía eléctrica (hasta un 80% en los años cincuenta) de las instalaciones hidroeléctricas, especialmente las situadas al Norte, en la región de los Alpes. En este contexto hay que situar el proyecto de Vajont.
El proyecto de la presa de Vajont comenzó a gestarse a principios de los años cincuenta. Era sin duda uno de los proyectos más ambiciosos de la historia de la ingeniería civil italiana: una inmensa presa que embalsaría el río Vajont en un desfiladero bajo el monte Toc, a unos 100 kilómetrtos al norte de Venecia, con una altura de más de 260 metros (la segunda más alta del mundo) y una capacidad de 170 hectómetros cúbicos.
Pero el proyecto contó con detractores desde su inicio. Muchos alertaban de la inestabilidad geológica de la zona escogida por la empresa promotora, SADE (Società Adriatica di Elettricità), posteriormente absorbida por la ENEL. A pesar de que los responsables afirmaban tener estudios e informes detallados de geólogos e ingenieros que respaldaban el proyecto, mucha gente creía que el riesgo era demasiado alto. Entre los críticos destaca un nombre: Tina Merlin, antigua partisana y periodista del periódico comunista L'Unità, quien batalló incesantemente para denunciar el peligro que corrían los que vivían cerca de la presa. No sólo no le hicieron caso, sino que incluso fué procesada por divulgación de información falsa (aunque fué absuelta). Pese a las presiones, siguió denunciando la amenaza.
Las obras de la presa comenzaron en 1957 y duraron tres años. En 1959, SADE contrató a Leopold Müller, un prestigioso geólogo austríaco, para que desmintiera de una vez por todas los supuestos peligros de la construcción. Les salió el tiro por la culata: el exhaustivo informe de Müller alertaba de la inestabilidad de la ladera izquierda del desfiladero y desaconsejaba el llenado de la presa. Pero los responsables prefirieron ocultarlo y seguir adelante con el proyecto. Igualmente ignoraron los repetidos avisos producidos: grietas, pequeños desprendimientos y movimientos de tierras, incluso un aumento de la actividad sísmica. Dichos avisos se multiplicaron con las primeras pruebas de llenado, a partir de 1960. Pero nadie hizo nada. Había demasiados intereses en juego, demasiado dinero cambiando de manos (se habló de que la mismísima mafia tenía parte en el negocio), y los que podían hacer algo prefirieron callar.
Así llegamos a 1963. La tercera prueba de llenado se inicia en abril y se suspende el 4 de septiembre, dado que la amenaza de derrumbe es ya más que evidente. Se planea vaciar totalmente la presa para acometer nuevas obras de consolidación de la problemática ladera, pero ya es demasiado tarde.
El 9 de octubre, a las 22:39 horas, un estruendo como nunca antes habían oído sacude a los habitantes de una amplia zona alrededor de la presa. La tristemente famosa ladera izquierda del Monte Toc se ha venido abajo. Doscientos setenta millones de metros cúbicos de tierra y rocas se derrumban a más de 80 km/h sobre la presa aún medio llena. La presa resiste el embate; estaba muy bien construída. Pero el efecto de semejante masa sobre el embalse... fué como arrojar un ladrillo en un cubo de agua. Una gigantesca ola de varias decenas de metros de altura sobrepasa la presa desplazándose río abajo y río arriba con una furia imparable. Río arriba, el agua (y también la onda expansiva generada por el gigantesco movimiento de agua) afecta a varias pequeñas localidades del municipio de Erto e Casso, como Le Spesse, San Martino, Cristo, Prada, Pineda o Marzana, causando más de 150 muertos. Pero el mayor daño se produce río abajo. Allí, una ola cuyo frente medía más de 100 m. al sobrepasar la presa, recorre 40 km. por el valle del Piave hasta llegar al mar, arrasando a su paso las localidades de Longarone, Rivalta, Villanova, Faè y Pirago, causando cerca de 1500 muertos, y arrastrando numerosos cadáveres hasta el lago de Venecia.
El número de muertos seguramente nunca se sabrá con certeza. Las cifras oficiales hablan de 1972 (1458 en Longarone, 158 en Erto e Casso, 111 en el ayuntamiento de Castellavazzo y 183 en otros ayuntamientos, además de 62 trabajadores de la presa).
Tras la espantosa tragedia es hora de pedir responsabilidades. Once personas son procesados como responsables de lo sucedido: Alberico Biadene (ingeniero y director de la obra), Mario Pancini (ingeniero, jefe de obra), Pietro Frosini (ingeniero del Consejo de Obras Públicas, presentó el proyecto para su aprobación), Francesco Sensidoni (ingeniero jefe del Servicio de Presas), Curzio Batini (ingeniero del Consejo de Obras Públicas, sustituyó a Frosini en el cargo), Francesco Penta (geólogo, asesor de SADE y miembro del Consejo Superior de Obras Públicas), Luigi Greco (presidente del Consejo de Obras Públicas, autorizó el proyecto de la presa), Almo Violin (ingeniero, jefe del Servicio de Ingenieros Civiles de la provincia de Belluno), Dino Tonini (ingeniero de la SADE), Roberto Marin (ingeniero y director general de la SADE) y Augusto Ghetti (ingeniero, jefe del Instituto de Hidráulica de la Universidad de Padua, realizó un estudio descartando la posibilidad de un desprendimiento). Sólo diez se sentaron en el banquillo de los acusados al comenzar el juicio, en febrero de 1967, ya que Francesco Penta murió por causas naturales en 1965. Y sólo nueve escucharían la sentencia en marzo de 1971, ya que Mario Pancini se suicidó en 1968. Dicho veredicto fué, como era de esperar, decepcionante para las víctimas y sus familias: de todos los juzgados, sólo Biadene y Sensidoni fueron condenados, a cinco años y tres años y ocho meses de prisión, respectivamente, aunque luego recibirían un indulto que rebajó en tres años ambas condenas. El acuerdo para indemnizar a las víctimas llevaría más tiempo y no se cerraría definitivamente hasta el 2000.
La presa de Vajont sigue en pie hoy en día, como un homenaje a la insensatez y la codicia humanas.

Si queréis saber más sobre el asunto, aquí tenéis un exhaustivo informe sobre el caso:
http://oph.chebro.es/DOCUMENTACION/Congresos_Seminarios/Laderas2007/Ponencias/8%20Vaiont%20.pdf

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