Verba volant, scripta manent

viernes, 26 de abril de 2013

Cómo hundir un submarino a lo bestia: el HMNZS Kiwi

                                                         HMNZS Kiwi

El HMNZS Kiwi fué un dragaminas neozelandés de la clase Bird, construido en astilleros escoceses y botado en 1941. Con apenas 51 metros de eslora y 900 toneladas de desplazamiento, su destino primordial era la lucha antisubmarina. Su armamento de superficie era escaso: un cañón de 102 mm, dos ametralladoras Hotchkiss de gran calibre y dos ametralladoras gemelas Lewis. Su principal armamento eran las 40 cargas de profundidad que almacenaba, dispuestas para acabar con los submarinos japoneses con los que se cruzara. Un buque menor, de una armada casi insignificante... pero que durante la guerra tendría su momento de gloria.
Desde que fue puesto en servicio, el Kiwi se dedicó a patrullar las aguas del Pacífico Sur, generalmente en compañía de sus gemelos, el Moa y el Tui. En diciembre de 1942, los tres barcos junto al dragaminas auxiliar Matai, que entonces estaban en Nouméa (Nueva Caledonia), fueron destinados a patrullar el archipiélago de las Salomón, donde acababa de tener lugar una de las grandes batallas de la guerra en el Pacífico: Guadalcanal. Los combates más fuertes habían pasado, pero en la isla todavía permanecía un importante contingente japonés que seguía combatiendo a la espera de ser evacuado, con lo que los buques aliados patrullaban el área incesantemente.
El Moa tuvo su primera "acción de guerra" poco después. La noche del 2 al 3 de enero, mientras vigilaba la playa de Kukum Beach, vió como un convoy de ocho buques de guerra japoneses pasaban a menos de una milla de distancia para desembarcar tropas. Los japoneses no los vieron y los neozelandeses permanecieron en completo silencio con todo apagado hasta que se fueron. El 21 de enero, el Moa y el Tui se enfrentaron a cuatro lanchas de desembarco japonesas, hundiendo dos de ellas.
Pero la acción que verdaderamente dio fama a los dragaminas neozelandeses sucedió la noche del 29 de enero. Esa noche, el Kiwi y el Moa patrullaban las aguas próximas al cabo Esperance cuando en su camino se cruzó un submarino japonés que participaba en la evacuación de las tropas niponas: el I-1, un sumergible de la clase J1 al mando del capitán Eichi Sakamoto. El capitán Sakamoto trató de pasar inadvertido ante los dragaminas, pero cometió un pequeño error: no tuvo en cuenta la ardentía. La ardentía o fosforescencia es ese llamativo fenómeno natural en el que millones de microorganismos bioluminiscentes iluminan amplias zonas del mar. Y en esas condiciones, la silueta del submarino japonés era perfectamente visible desde la superficie. Los marinos neozelandeses no tardaron en descubrirlo y lanzarse al ataque. El Kiwi lanzó seis cargas de profundidad sobre el submarino, y luego hizo otra pasada y le lanzó seis mas. No lo hundió, pero le causó graves daños, dejó fuera de servicio sus motores eléctricos y provocó varias vías de agua, forzándolo a emerger.
Ya en la superficie, la situación era distinta. El I-1 era un submarino enorme, de casi 100 metros de eslora y más de 2100 toneladas de desplazamiento (mas que el Kiwi y el Moa juntos), tenía sus torpedos aún operativos y un cañón de 140 mm, mientras que el armamento de superficie de los dragaminas era, como ya he dicho, limitado. Por eso el capitán Gordon Brisdon, al mando del Kiwi, decidió acabar con el submarino de la manera más directa y contundente posible: embistiéndolo. Brisdon comunicó a su superior sus intenciones. ¿Cómo vas a hacerlo? le preguntó éste. No lo se, habrá que probar, dicen que contestó.
Aprovechando que el submarino había comenzado a virar a estribor, el Kiwi lo embistió por babor, a la vez que abría fuego sobre él, impactando justo detrás de la torreta, causando graves daños al sumergible (y a si mismo) y matando al capitán Sakamoto y a varios oficiales que se hallaban en el puente de mando. En dos ocasiones mas, el Kiwi retrocedió y embistió al I-1, mientras ambas tripulaciones intercambiaban disparos y el Moa, a cierta distancia, iluminaba la acción con bengalas. El mando del I-1 recayó entonces en el teniente Koreeda Sadayoshi, quien repartió armas a los tripulantes para que disparasen al Kiwi desde cubierta, ya que el cañón había quedado inutilizado. Algunos tripulantes japoneses, armados con rifles y espadas, intentaron incluso abordar al Kiwi. No lo consiguieron, aunque al parecer uno de ellos llegó a encaramarse a la barandilla del Kiwi, pero cayó al agua antes de poder subir a bordo.
Finalmente, el Kiwi, con graves daños en su roda de proa, el sonar destrozado y su armamento recalentado, se vió obligado a retirarse. El I-1, gravemente dañado y perdiendo combustible, trató de alejarse del lugar perseguido por el Moa, pero finalmente acabó encallando en Fish Reef, un arrecife de la bahía de Kamimbo.
Las bajas japonesas ascendieron a 27 muertos. Otros dos tripulantes, heridos, se quedaron a bordo y mantuvieron al día siguiente un tiroteo con soldados neozelandeses que inspeccionaban el submarino; uno murió y el otro fué capturado. Los restantes 66 miembros de la tripulación lograron huir a tierra y unirse a las tropas japonesas en el interior de la isla. Por parte del Kiwi, una sola baja: el signalman Campbell Howard Buchanan, quien pese a resultar gravemente herido continuó manejando un reflector hasta que murió (recibió póstumamente la Cruz de la Armada norteamericana por su heroica acción; el capitán Brisdon recibiría la misma condecoración y la Medalla de Servicios Distinguidos de la Marina británica).
La derrota del I-1 creó un serio problema al mando japonés, ya que en su interior guardaba importante información, por lo que dio la orden de destruirlo. Pero ninguno de los intentos dio fruto. El 2 de febrero, cinco de sus tripulantes y once soldados japoneses trataron de dinamitarlo, pero fallaron; las explosiones sólo lo dañaron levemente. El 10 de febrero, veintidós bombarderos Aichi D3A2, escoltados por 28 Zeros bombardearon el submarino, pero sólo una bomba lo alcanzó. Esa misma semana, su gemelo, el I-2, hizo varios intentos para localizarlo y torpedearlo, pero no logró dar con él en la oscuridad. Finalmente los japoneses desistieron y el I-1 resultó ser una mina para los servicios de inteligencia aliados: libros de códigos (incluídos los más recientes), manuales, cartas de navegación, incluso la bitácora.
El Kiwi tuvo que volver a puerto para reparar los daños del combate; sería reparado en Auckland (Nueva Zelanda). No tuvo más acciones reseñables durante la guerra. En 1948 pasó a ser buque de entrenamiento y en 1956 fue retirado del servicio.
El Moa fue hundido el 7 de abril en el puerto de Tulagi, durante un bombardeo japonés. Cinco de sus tripulantes murieron en el ataque. Hoy en día, sus restos son muy populares entre los aficionados al buceo que visitan la zona.
Los restos del I-1 permanecen en el mismo lugar donde encalló, si bien bastante dañados: en los años 70 un cazatesoros australiano dinamitó la sección de proa en busca de metales valiosos... sin pensar que contenía todavía varios torpedos. La explosión resultante destrozó el tercio frontal del submarino, pero el resto sigue en bastante buen estado.


















                                             Daños en la proa del Kiwi tras el ataque



                                          Los restos del I-1

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