Verba volant, scripta manent

viernes, 12 de diciembre de 2014

Ingleses en el Río de la Plata (I)

La rendición de Beresford (pintura de Charles Fouqueroy)

A principios del siglo XIX, en plena guerra con Napoleón, y tras haber dejado clara su superioridad naval en Trafalgar, a los ingleses se les ocurrió "dejarse caer" por el Río de la Plata para ocupar las prósperas colonias españolas de Montevideo y Buenos Aires, con la excusa de que España era aliada del francés, igual que habían hecho con la colonia holandesa de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Lo hacían, por supuesto, para luchar contra la tiranía y para defender la libertad de los pueblos, y no (líbreme Dios) para establecer allí sus puestos comerciales y monopolizar el lucrativo comercio con Europa, ni buscando las riquezas de las colonias.
El ataque fue una iniciativa del almirante inglés Home Riggs Popham, cuya escuadra había conducido al ejército inglés que, comandado por el general David Baird, había tomado el Cabo de Buena Esperanza en enero de 1806. Camino de Sudáfrica, Popham se había enterado de que España se había aliado oficialmente con Napoleón. Lo cierto es que el almirante ya había redactado en 1804 un memorándum escrito en colaboración con el líder independentista venezolano Francisco de Miranda, en el que proponía la invasión de Sudamérica y la emancipación de las colonias españolas; ese memorándum había sido presentado al primer ministro William Pitt. En esa situación, el almirante Popham decidió que ya no había motivos para postergar más tiempo la invasión y decidió actuar por su cuenta. Tras obtener de Baird el préstamo de un regimiento de infantería, el 71º Regimiento de Highlanders, reforzado con marineros de su flota a los que se entrenó como soldados de infantería y con unos pocos soldados más que embarcó en la isla de Santa Helena, cruzó el Atlántico, partiendo de Sudáfrica el 14 de abril de 1806.

William Carr Beresford (1768-1854)
Como comandante del ejército invasor fue elegido el coronel William Carr Beresford. El 8 de junio, la flota británica fue avistada frente a Montevideo y, tras un amago de desembarco, el 25 de junio las tropas invasoras (unos 1600 hombres) mandadas por Beresford desembarcaban en Quilmes. Pese a que se temía un ataque inglés, apenas se habían tomado medidas defensivas. Las bien entrenadas tropas británicas desbarataron los ataques de los defensores y la lastimosa actuación del virrey Rafael de Sobremonte hizo el resto. Los ingleses tomaron Buenos Aires sin demasiados problemas, Beresford fue nombrado gobernador y Sobremonte huyó a Córdoba, donde estableció su capital provisional.
Las primeras decisiones tomadas por Beresford fueron (¡oh, sorpresa!) incautar el tesoro de la ciudad (más de un millón de pesos), que fue embarcado y enviado a Londres, y decretar el libre comercio. Visto que los ingleses no tenían intención de irse y ante la absoluta falta de reacción del virrey y su gobierno, fueron los porteños los que comenzaron a organizar la resistencia. El ex-alcalde y próspero comerciante Martín de Álzaga fue el principal organizador y financiador de las guerrillas que se formaron en la ciudad. Cientos de hombres recibieron armas y entrenamiento, mientras se llevaban a cabo los preparativos para el levantamiento. Y además, no tardaron en recibir ayuda procedente de Montevideo. Un ejército de 1600 hombres, enviado por el gobernador de aquella ciudad y mandado por el militar de origen francés Santiago María de Liniers, que antes de la invasión estaba al mando de la batería defensiva de la ensenada de Barragán, desembarcó el 4 de agosto cerca de la ciudad. Habían cruzado el Río de la Plata en las mismas narices de la flota británica, aprovechando la niebla y la sudestada (una tempestad propia de la región).

Santiago Antonio María de Liniers y Bremond, nacido Jacques de Liniers (1753-1810)
Las fuerzas de Liniers, apoyadas por una columna de unos 200 hombres procedentes de Tucumán y por la acción de las guerrillas urbanas en la ciudad, atacaron a los ingleses el 12 de agosto. La victoria de las tropas locales fue completa; los ingleses, con más de 200 muertos, tuvieron que rendirse sin condiciones y Beresford firmó su capitulación el 20 de agosto. En Buenos Aires los ingleses tuvieron que entregar sus banderas e incluso sus gaitas escocesas, emblema del regimiento de Highlanders. Liniers, caballeroso, dejó a Beresford en libertad bajo palabra, aunque luego el inglés aprovecharía para huir. Popham fue juzgado por una corte marcial acusado de abandonar su puesto, pero se libró con una severa amonestación (poco le importó, ya que su actuación le había granjeado la admiración popular). El rey británico Jorge III tuvo que tragarse el sapo de reconocer la derrota después de haber anunciado orgullosamente a sus ministros que "Buenos Aires ha sido conquistada". 46 días había durado el gobierno británico de Buenos Aires.
Tras la victoria, Santiago de Liniers fue nombrado Capitán General de la ciudad y la Real Audiencia asumió el gobierno civil. El virrey Sobremonte trató de retomar su cargo, pero, después de su vergonzosa actuación, no fue admitido en la ciudad y tuvo que marcharse a Montevideo.
Pero aquella calma sólo era pasajera. La flota británica permanecía fondeada en el Río de la Plata y tanto los rioplatenses como los ingleses sabían que un nuevo enfrentamiento era sólo cuestión de tiempo.

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