Verba volant, scripta manent

jueves, 22 de octubre de 2015

El cirujano que se operó a si mismo

Leonid Ivánovich Rógozov (1934-2000)

El 29 de abril de 1961 el doctor Leonid Rógozov, médico de la base antártica soviética de Novolazarevskaya empezó a sentirse enfermo. Cansancio, náuseas, fiebre, y, más tarde, un intenso dolor en la parte derecha del abdomen: todos los síntomas de una apendicitis aguda. Su estado empeoró esa noche, y al día siguiente se hicieron evidentes los síntomas de una peritonitis. Rógozov necesitaba ser operado urgentemente para extirparle el apéndice y poner coto a la infección. El problema era que él era el único miembro de la expedición con formación médica. No había posibilidad de recibir ayuda. El envío de asistencia por mar habría llevado semanas; las bases más cercanas estaban a cientos de kilómetros, y las tempestades del invierno antártico impedían el aterrizaje de aviones. El tiempo se agotaba; si su apéndice se perforaba Rógozov tenía un riesgo elevado de morir. Así que, antes que quedarse quieto esperando, el médico tomó una decisión desesperada: él mismo se practicaría una apendicectomía.

Base Novolazárevskaya


Leonid Rógozov era un joven médico nacido en un pueblo siberiano en 1934, que había perdido a su padre a manos de los alemanes en 1943. Se había licenciado en medicina en Leningrado en 1959 y, mientras se estaba especializando como cirujano, en septiembre de 1960 se le había presentado la oportunidad de participar en la 6ª Expedición Antártica Soviética (que se llevaron a cabo anualmente de manera ininterrumpida entre 1955 y 1991), y decidió aprovechar la oportunidad. El 18 de enero de 1961, un grupo de trece investigadores, entre los que se encontraba Rógozov, fundaba la Base Novolazarevskaya en el llamado oasis Schirmacher, en la región antártica de la Tierra de la Reina Maud, una base que aún hoy permanece activa bajo bandera rusa.

La operación comenzó a las 22:00 horas del día 30 de abril. Rógozov contó con la ayuda del meteorólogo y del conductor de tractores de la base como auxiliares para pasarle el instrumental, mientras el director de la misión permanecía presente por si alguno de ellos se desmayaba. Tras inyectarse una solución de novocaína en la pared del abdomen como anestesia local, Rógozov procedió a realizarse una incisión de doce centímetros para extraer el apéndice. Al poco de comenzar empezó a sentir debilidad y náuseas, lo que lo obligaba a tomar descansos cada poco. Además, al abrir el peritoneo desgarró accidentalmente el ciego, la primera sección del intestino grueso, viéndose en la obligación de suturarlo antes de continuar. Al principio de la operación, Rógozov empleaba un espejo para orientarse, pero le incomodaba el punto de vista invertido, así que acabó por guiarse utilizando el tacto. Por fin, logró dar con el apéndice, que mostraba en su base una mancha oscura, señal inequívoca de que estaba a punto de reventar (Rógozov estimaba que lo habría hecho en menos de un día) y pudo extraerlo. Ya era casi la medianoche y Rógozov, agotado y al borde de la inconsciencia, todavía tuvo ánimos para darles instrucciones a sus ayudantes de cómo debían recoger y esterilizar el intrumental y deshacerse de los residuos. Sólo cuando estuvo todo limpio y ordenado, Rógozov se tomó los antibióticos y los sedantes y quedó profundamente dormido.

El doctor Rógozov, durante su autocirugía

Su recuperación fue muy rápida. Los síntomas de peritonitis desaparecieron enseguida, la fiebre pasó en apenas cinco días, transcurrida una semana pudo quitase los puntos de sutura y dos semanas después de la operación reasumió sus funciones dentro de la base.

Su hazaña le convirtió en un héroe del pueblo soviético. Poco después le fue concedida la Orden de la Bandera Roja del Trabajo (reservada a aquellos que alcanzaban importantes logros en el ámbito laboral y del servicio civil). Se negó a ser evacuado y permaneció en la base hasta mediados de 1962, cuando todo su grupo fue relevado. Pese a la enorme fama que su operación le había deparado, nunca buscó el reconocimiento público. De vuelta en Leningrado, retomó su carrera como cirujano, trabajando en varios hospitales. Se doctoró en 1966 con una tesis titulada "La resección del esófago para el tratamiento del cáncer de esófago" y en 1986 fue nombrado jefe del departamento de cirugía del Instituto de Investigación de Neumología y Tuberculosis de San Petersburgo, cargo que ostentó hasta su muerte, el 21 de septiembre de 2000, a causa de un cáncer de pulmón.

Leonid Rógozov, durante su convalecencia

Después de lo ocurrido, varios países obligan a sus exploradores antárticos a someterse obligatoriamente a apendicectomías preventivas, e incluso se ha sugerido que los astronautas deberían hacer lo mismo.

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