Verba volant, scripta manent

martes, 13 de octubre de 2015

Louise de Bettignies, la reina de los espías

Louise de Bettignies (1880-1918)

A principios de 1915, las tropas alemanas que ocupaban el norte de Francia empezaron a darse cuenta de que sus enemigos parecían estar al tanto de todos sus movimientos y de la situación de su ejército. Ingleses y franceses abortaban a menudo sus ataques, casi como si los estuviesen esperando, y la artillería y los bombarderos británicos era tan precisos que se veían obligados a trasladar sus baterías prácticamente cada semana. Dedujeron, con razón, que en la región de Lille funcionaba una red de espionaje que mantenía a los aliados al tanto de los desplazamientos de sus tropas. Pero lo que no imaginaban es que el brillante cerebro que estaba detrás de aquella intrincada red era una sencilla y amable institutriz.

Louise de Bettignies, séptima de los ocho hijos de Henri de Bettignies, co-propietario de una fábrica de cerámica cuya familia era oriunda de Bélgica, y Julienne Mabille de Poncheville, una mujer procedente de una familia de abogados y notarios de Valenciennes, nació en Saint-Amand-les-Eaux el 15 de julio de 1880. Louise era una joven despierta y muy inteligente. Pese a que su padre pasó por dificultades económicas, ella siguió con sus estudios; primero con las monjas de la Congrégation de la Sainte-Union des Sacrés-Coeurs, en Valenciennes (junto a su hermana Germaine), y luego en Inglaterra, con las ursulinas, en Upton, Wimbledon y Oxford. Finalmente, en 1906, Louise se licenció en la Facultad de Letras de la Universidad de Lille (ciudad a la que su familia se había mudado en 1895). Con su brillante curriculum y su facilidad para los idiomas (hablaba inglés perfectamente y alemán e italiano con soltura) no tardó en encontrar trabajo como institutriz.

Tras un breve periodo como profesora en Pierredefons, viajó a Italia para entrar al servicio del duque Giuseppe Visconti de Modrone, encargándose de sus hijos (entre ellos, el que sería luego célebre director de cine Luchino Visconti). En 1911 se mudó a Polonia, para trabajar para el conde Mikiewsky (allí aprovechó su estancia para aprender ruso). Luego prestaría sus servicios al príncipe Karl V Schwarzenberg en el castillo de Orlík (Bohemia) y a la princesa Elvira de Baviera en el castillo de Holeschau (Moravia). A finales de 1913, recibió la tentadora oferta de encargarse de la educación de Sophie, Maximilian y Ernst, los hijos del archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero al trono austrohúngaro. Pero ella declinó la oferta y prefirió volver a Francia con su familia.
A principios de 1914, Louise retornó a Francia, viviendo primero con su hermano Albert en Bull-les-Mines y luego en Wissant. Durante algún tiempo consideró la posibilidad de ingresar en la orden de las carmelitas. Sin embargo, muy pronto todo cambió al estallar la Primera Guerra Mundial.

Al poco de comenzado el conflicto, Louise se trasladó a Lille para acompañar a su hermana Germaine, cuyo marido, Maurice Houzet, había sido movilizado. Allí, durante el asedio al que fue sometida la ciudad, ambas ayudaron a los defensores llevándoles agua y alimentos. Y cuando, finalmente, las tropas alemanas tomaron la ciudad, Louise se hizo enfermera para atender a los heridos. Una de sus labores era escribir cartas a las familias de los soldados heridos de distintas nacionalidades que no podían hacerlo por si mismos, en lo que le eran muy útiles sus conocimientos de idiomas. Sin embargo, en el fondo ella no estaba conforme y sentía que podía hacer algo más por su país.

La oportunidad llegó a finales de 1914, cuando miembros de la resistencia le propusieron viajar a la Francia libre llevando consigo una serie de documentos importantes, escritos con tinta invisible en su ropa. Tras un primer intento fallido, su hermano Henri, sacerdote, le consiguió documentos falsos a nombre de Alice Dubois, gracias a los cuales logró llegar a Inglaterra tras cruzar Bélgica y Holanda, y de allí pudo volver a Francia. Fue un viaje providencial, pues durante él entró en contacto con el servicio secreto británico, que le propuso volver a Lille y actuar como espía para ellos. Tras consultar con un sacerdote, Louise aceptó la oferta británica y en febrero de 1915 ya estaba de vuelta en Lille con la identidad de Alice Dubois.

Marie-Léonie Vanhoutte (1888-1967), la principal colaboradora de Louise de Bettignies
Sorprendentemente, la apacible y religiosa institutriz demostró estar extraordinariamente dotada para el espionaje. Con la ayuda de algunos amigos y la financiación de los británicos, en poco tiempo creó una organización con cerca de un centenar de miembros dedicada a registrar minuciosamente todos los movimientos de las tropas alemanas en la zona. Una red muy especializada, donde unos tenían como misión recoger información, otros la recopilaban y cifraban, otros se encargaban de los desplazamientos... La llamada "red Alice" funcionaba a la perfección y Louise manejaba los hilos recogiendo, clasificando, codificando y enviando a los británicos toda información relevante sobre las actividades de los alemanes. Esa información era transmitida a su contacto, un hombre llamado Jose Courboin, residente en la localidad holandesa de Vlissingen. Los envíos se producían dos veces por semana y la propia Louise viajaba a ver a Courboin al menos cada quince días para darle información de primera mano. Louise tenía también una enorme creatividad a la hora de buscar medios en los que esconder sus mensajes. Reclutó para su red a un químico para que le fabricara tinta invisible y a un cartógrafo capaz de escribir 1500 palabras en el reverso de un sello. Ovillos de lana, tabletas de chocolate... todo valía para ocultar en su interior sus comunicados. Llegó incluso a utilizar cadáveres, escondiendo los mensajes en un tubo de vidrio oculto en la garganta del difunto. Los británicos, admirados por su talento, empezaron a llamarla "the Queen of spies", la reina de los espías, y el obispo de Lille, monseñor Charost, amigo suyo y que estaba al tanto de sus actividades, la llamaba "la Juana de Arco del norte".

La actividad de Louise y su red proporcionó valiosísima información a los británicos (se calcula que salvó la vida de miles de soldados con sus informaciones). Les permitió estar al tanto de todo lo que hacían los alemanes y adelantarse a algunas de sus acciones; por ejemplo, el intento de asalto a la ciudad de Armentières a través de un túnel. Otro de sus grandes éxitos tuvo lugar cuando el káiser Guillermo II quiso hacer una visita sorpresa al frente. Pese a que los alemanes actuaron con extrema cautela (eran muy pocos, aún entre los oficiales de mayor rango, los que estaban enterados) la red de espías no sólo supo de la visita sino que logró averiguar la fecha en la que se produciría y la ruta del kaiser, permitiendo que dos aviones ingleses bombardeasen el tren en el que viajaba, aunque sin éxito.

Ante la evidencia, los alemanes se lanzaron con ahínco a buscar a los escurridizos espías; y así, el 20 de octubre de 1915, Louise fue detenida en Froyennes, cerca de la ciudad belga de Tournai, y trasladada a Bruselas para ser juzgada. Posiblemente, fue una delación la que provocó su arresto. En uno de sus últimos mensajes advertía que los alemanes preparaban una gran ofensiva en Verdún para principios de 1916; los británicos avisaron a su vez a los franceses, quienes encontraron la información poco creíble y la desestimaron. La ofensiva se produciría finalmente, tal y como Louise de Bettignies había dicho, en febrero de 1916.

Junto al Cafe du Canon D'Or en Froyennes fue arrestada Louise de Bettignies
En prisión, Louise se negó a hablar, pese a que muy probablemente fue torturada. En la prisión bruselense de St. Gilles, los alemanes recurrieron a colocarle como compañera de celda a una colaboracionista llamada Louise Letellier, la cual logró convencerla de que escribiese varias cartas a sus amigos. Las cartas, pese a no ser incriminatorias, permitieron el arresto de Léonie Vanhoutte, su principal colaboradora, y de otros dos miembros de la red, Georges Desaever y Alexandre Schoenmacker. En el juicio, Louise se negó una vez mas a delatar a los miembros de su red y fue condenada a muerte, mientras que los demás eran condenados a distintas penas de prisión. Louise no puso pegas a su condena; sólo escribió al gobernador militar de Bélgica, el general Moritz von Bissing, pidiéndole clemencia para sus compañeros. Von Bissing conmutaría luego su pena por la de trabajos forzados, y Louise ingresaría el 24 de abril de 1916 en la prisión para mujeres de Siegburg, cerca de Colonia. Allí no dejó de dar problemas a los alemanes; envió numerosas cartas al gobierno alemán y al embajador español quejándose de mal trato dado a las prisioneras, a las que exhortaba a no trabajar para los alemanes y cantaba canciones francesas para elevar su moral (lo que le costaría varios periodos de aislamiento). Las autoridades católicas francesas y alemanas intercedieron por ella, e incluso la Santa Sede mostró interés en su caso, sin éxito; los alemanes se negaron a liberarla por todo el daño que su actividad había causado a su ejército.

Finalmente, las privaciones y las malas condiciones de la prisión acabaron haciendo mella en la salud de Louise. A finales de 1917 se le diagnosticó una virulenta neumonía de la que fue intervenida en la enfermería de la prisión. Quedó muy débil y nunca se recuperó del todo. En julio de 1918 tuvo que ser trasladada al hospital St. Marien de Colonia, del que nunca saldría, falleciendo el 27 de septiembre; apenas un mes antes de que Lille fuera liberada y dos antes del final de la guerra. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio de Bocklemünd Westfriedhof.

Tras la guerra, Louise (que ya había recibido elogios por parte del comandante en jefe del ejército francés, el mariscal Joseph Joffre, tras ser condenada) fue distinguida póstumamente tanto por los franceses como por los británicos. De Francia recibió la Croix de Guerre y la Legión de Honor, mientras que los ingleses le otorgaron la Military Medal y la nombraron oficial de la Orden del Imperio Británico. Sus restos fueron exhumados en febrero de 1920 y trasladados a Lille, donde desfilaron por las calles escoltados por una guardia de honor anglo-francesa antes de celebrarse un funeral solemne en la iglesia de Saint Maurice. Posteriormente fue enterrada en el panteón familiar, en el pueblo de Saint-Amand-les-Eaux.

Monumento en honor de Louise de Bettignies en Lille
El 7 de noviembre de 1926 las autoridades belgas colocaron una placa conmemorativa en Froyennes, en el lugar en el que había sido arrestada. El 13 de noviembre de 1927, se inauguró en el Boulevard Carnot de Lille un monumento erigido en su honor. La calle de Saint-Amand-les-Eaux donde esta su casa natal lleva su nombre, así como varias calles más de distintas localidades del norte de Francia y una plaza de Lille.

5 comentarios:

  1. Desde luego, una mujer excepcionalmente inteligente y valerosa.

    Me extraña que los franceses no hayan filmado nada basado en su vida y acciones. Deja pequeño al mismisimo 007.

    Un abrazo.

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    1. Lo cierto es que si lo filmaron; una película de 1937 titulado "Sœurs d'armes", del que no tengo demasiadas referencias. Eso si, libros sobre ella si que se han escrito muchos.
      Un abrazo, Rodericus.

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  2. Acabo de leer un libro en inglés llamado "The Alice Network" por Kate Quinn que cuenta la historia de Louise y sus heroicas compañeras.

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  3. Está publicado en castellano: La red de Alice, de Kate Quin

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  4. muy interesante el libro lo he terminado de leer.

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