Verba volant, scripta manent

martes, 26 de enero de 2016

Pacific City, la utopía que no pudo ser

El puerto de Topolobampo, en la actualidad

En el año de 1870 un grupo de potentados norteamericanos, propietarios de la Denver and Rio Grande Railway, planearon la construcción de una línea de ferrocarril que conectase el sur de los Estados Unidos con la capital de México. Las buenas perspectivas del proyecto les llevaron a plantearse una nueva línea que conectase EEUU con México, pero discurriendo por la costa del Pacífico.
Para realizar los estudios previos a la construcción de esta línea (que finalmente tardaría casi 90 años en construirse, si bien sólo en su parte mexicana) se contrató a un joven ingeniero de 23 años llamado Albert Kimsey Owen. Owen pasó casi un año recorriendo la costa mexicana del Pacífico, aprendió español y trabó amistad con numerosas personas, entre ellas un joven general mexicano llamado Manuel del Refugio González. En 1871, el cónsul del EEUU en Mazatlán, Benjamin Carman, habló a Owen de una bahía situada algo más al norte, en un emplazamiento ideal para construir un puerto y que era ocasionalmente utilizada por contrabandistas. Owen no llegó a la bahía, llamada por los nativos Ohuira ("lugar encantado", en lengua cahita), hasta septiembre de 1872, acompañado por otro ingeniero, Fred G. Fitch, y quedó fascinado por la bahía, amplia y resguardada, convenciéndose de que allí podría construirse un puerto comercial a la altura de los mayores del mundo. De inmediato descartó la idea original del ferrocarril y planeó la construcción de otra línea que, partiendo del centro de EEUU (probablemente de Kansas) cruzase Wyoming y Texas, para luego atravesar Sierra Madre y llegar a Ohuira. De ese modo, en la bahía podría construirse un puerto comercial que serviría de puerta de salida de la producción agrícola e industrial del centro y el sur de los EEUU hacia el Pacífico, acortando en casi 600 millas el camino que hasta entonces tenían que recorrer los productos norteamericanos.
Pero los planes de Owen iban más allá que un simple puerto comercial. Había leído a los ideólogos del socialismo utópico: Charles Fourier, Robert Owen, Henri de Saint-Simon, Étienne Cabet, la Utopía de Tomás Moro y las obras de Marx y Engels, y soñaba con construir una ciudad ideal, una urbe internacional y cosmopolita, regida por un modelo basado en el colectivismo y el socialismo utópico. Una ciudad igualitaria y sin clases sociales, tolerante y respetuosa, donde no existiesen la propiedad privada o la moneda, donde las infraestructuras serían construidas y gestionadas de forma comunal. Donde el Comité de Administración (formado por los jefes de los departamentos administrativos de la ciudad) asignase a cada persona el trabajo que mejor se adaptase a sus capacidades y no se permitiese la existencia de empresas que explotasen el esfuerzo físico e intelectual ajeno.

Albert Kimsey Owen (1847-1916)

Entusiasmado con este proyecto, Owen regresó a EEUU en busca de financiación, mientras Fitch se quedaba cartografiando la zona y realizando los planes preliminares. Pero pocos estaban dispuestos a confiar en su idea y durante años la búsqueda fue infructuosa. Todo cambió cuando, a finales de 1880, su viejo amigo el general González se convirtió en presidente de México y le otorgó las concesiones y los permisos necesarios para levantar su ciudad. Inicialmente se iba a llamar Carman City (en homenaje al cónsul Carman), luego Ciudad González y, finalmente, Owen decidió nombrarla Pacific City, tanto por ser una ciudad "pacífica" como por hallarse a orillas del océano Pacífico.
Para regular las actividades económicas de la colonia, Owen creó la The Credit Foncier Company of Sinaloa, una sociedad participativa que sería el único vestigio de capitalismo en la ciudad. La compañía se encargaría de gestionar los recursos de la colonia, pagar los sueldos a través de "créditos al trabajo", y también de conseguir financiación para la colonia a través de la venta de acciones.
El siguiente paso fue publicitar su proyecto en EEUU en busca de colonos. El éxito fue inmediato; tanto, que varias familias llegaron a los terrenos de la ciudad antes incluso de que hubiera casas en las que acogerlos, por lo que hubo que improvisar unas chozas provisionales. Poco a poco fueron llegando más familias deseosas de participar en aquella curiosa aventura, hasta sumar en sus momento de mayor esplendor cerca de 1300 personas, instaladas en la bahía y en varios pequeños asentamientos en el valle del Fuerte, que formaba parte de las tierras otorgadas por el gobierno mexicano.
Los comienzos de la ciudad fueron ilusionantes. Se construyeron casas, una escuela, se crearon varias sociedades culturales e incluso una Academia de Ciencias. Se acometieron importantes proyectos de irrigación por todo el valle, el más destacado de los cuales fue el llamado Canal de Los Tastes, que tomaba agua del río Fuerte y la llevaba hasta el valle, y que todavía hoy sigue en uso.
No obstante, también tuvieron que enfrentarse a algunos problemas. Uno de los objetivos primordiales de Owen era conseguir que la comunidad fuese autosuficiente en cuanto a la producción de alimentos, para no depender del exterior y poder negociar con los excedentes. Algo que no llegó a conseguirse, pese a los esfuerzos por transformar las tierras baldías en cultivables, llegando incluso a alquilar terrenos en las cercanías de la colonia para poder cultivar. También tuvieron que enfrentarse a las enfermedades: malaria, disentería...
Pero también hubo problemas de otro tipo, planteados por los propios colonos. No todos compartían la visión idealizada y solidaria de Owen. Algunos se quejaron de que todos en la ciudad recibiesen la misma paga, independientemente de su ocupación. Pero el principal objeto de fricción fue el de la propiedad comunal de las tierras. Había entre los colonos bastantes partidarios de que al menos una porción de las tierras pasase a ser propiedad particular de los habitantes, algo a lo que Owen se oponía ferozmente. Sus opositores se agruparon en torno a la figura de Christian B. Hoffman, un empresario de Kansas que se había instalado en la colonia en marzo de 1889. Los "Kikers", como eran llamados los partidarios de Hoffman (los leales a Owen recibían el apodo de "Santos") pedían un cambio en la política cooperativista y criticaban que Owen, como concesionario, conservase el control de las tierras y el agua. El enfrentamiento entre ambos grupos fue a mayores; discutían por el control del canal y las cuotas de cada grupo, por el reparto de tierras o por el excesivo control ejercido por Owen. Ni siquiera la marcha de Hoffman, que abandonó la ciudad en 1892, calmó las aguas y la profunda división en el seno de la comunidad no hizo sino aumentar. La colonia había perdido la ilusión y el optimismo de sus comienzos y los problemas se acumulaban: fallos en la construcción del canal, un fracasado proyecto de transporte de madera por río Fuerte (que terminó con cientos de troncos a la deriva en el Pacífico), retrasos en la construcción del ferrocarril...
La puntilla al proyecto llegó en 1896. Owen era un buen ingeniero, pero no tanto como gestor. Ese año tenía que abonar al gobierno mexicano el pago estipulado por la concesión. Pero Owen, enfangado en los gastos de la línea de ferrocarril, que no acababa de arrancar, se encontró sin el dinero necesario para hacer frente a la deuda. El gobierno mexicano recuperó entonces la propiedad de las tierras de la colonia, haciendo que los colonos tuvieran que abandonar sus hogares.


De esta manera terminó el sueño de Pacific City, la ciudad de la hermandad y la armonía, una hermosa idea que no pudo soportar el choque con la realidad. Muchos de los decepcionados colonos volvieron a sus lugares de origen. Otros, sin embargo, se instalaron en otros pueblos de la zona, e incluso fundaron nuevos asentamientos, como la actual ciudad de Los Mochis. Los terrenos que un día formaran parte de la colonia fueron posteriormente asignados a Benjamin Francis Johnston, un industrial norteamericano que aprovechó los trabajos de saneamiento e irrigación que los colonos habían llevado a cabo en el valle para crear una gran empresa dedicada al cultivo y refinado de la caña de azúcar, en la que acabarían trabajando no pocos de los antiguos habitantes de Pacific City. Owen retomó su carrera como ingeniero y moriría en 1916, en su casa de Nueva York.
Sobre lo que un día fue Pacific City se levanta hoy en día el puerto de Topolobampo.

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