Verba volant, scripta manent

domingo, 18 de junio de 2017

Películas que nunca se rodaron: El idiota, de Andrei Tarkovski




El soviético Andréi Tarkovski fue un director atípico en muchos sentidos. Llegó al cine con un sólido bagaje cultural (su padre era un reconocido poeta, y Andréi pintaba, tocaba varios instrumentos y hablaba varios idiomas) y habiendo trabajado anteriormente como geólogo. Muy pronto demostró ser un autor dotado de un estilo personalísimo, que con su primer largometraje, La infancia de Iván, ganó el león de Oro en el Festival de Venecia en 1962. Sin embargo, este éxito, que lo convirtió en un autor admirado en Europa, le granjeó la desconfianza de las autoridades soviéticas, tan proclives a desconfiar de todo aquel que sobresaliera. Y más cuando Tarkovski se empeñó en mantener su independencia creativa, sin hacer caso de las directrices de las autoridades, que por ley tenían que dar su aprobación a todos los guiones que se rodasen en el país. Sus siguientes películas tuvieron numerosas trabas; su segundo filme, Andréi Rubliov, rodado en 1966, no pudo estrenarse hasta 1971. Sus siguientes filmes se rodaron con numerosas limitaciones, económicas y creativas, por parte de unas autoridades atentas a todo lo que pudiera ser interpretado como un signo de disidencia o crítica al sistema. Su cuarta película, El espejo (1975), estuvo a punto de llevarlo a la cárcel. Pero, sobre todo, los numerosos escollos que tuvo que sortear le impidieron realizar su proyecto más largamente soñado: una adaptación al cine del clásico de Fiódor Dostoyevski, El idiota.
El idiota, publicada en 1869, narra la historia del príncipe Lev Nikoláievich Myshkin, un príncipe ruso de salud delicada, que ha vivido la mayor parte de su vida en Suiza, y que viaja a San Petersburgo a conocer a su familia. Myshkin, un hombre ingenuo y bondadoso, a menudo incapaz de reconocer la maldad y la corrupción que lo rodea, se ve envuelto en un triángulo amoroso con Nastasia, una dama hermosa y elegante, amante de un hombre adinerado, y su prima lejana Aglaya, altiva y contradictoria. Tarkovski admiraba esta novela y soñó durante años plasmarla en imágenes. Le encantaba Hakuchi, la versión que en 1951 había rodado el cineasta japonés Akira Kurosawa, pero quería hacer una versión cercana a la original, y rodada en Rusia. La primera vez que lo intentó le dijeron que era demasiado joven e inexperto, que dejara pasar algún tiempo antes de encarar un proyecto tan ambicioso.


Volvió a intentarlo en los años 70, pero de nuevo se encontró un sinfín de dificultades y negativas. Aunque Tarkovski nunca fue un disidente, ni cuestionó abiertamente al régimen comunista, era un creador independiente, que se negaba a claudicar a la hora de rodar sus películas para acomodarlas a lo que los mandamases esperaban. Hacía el cine que quería hacer, no el que le sugerían hacer. Y eso lo convertía en alguien sospechoso. Durante más de una década, el director trató por todos los medios de poner en marcha el rodaje sin conseguirlo. No obstante, la novela de Dostoyevski tuvo una gran influencia sobre él, y muchos ven rasgos similares a los de Myshkin en los protagonistas de películas suyas como Andréi Rubliov o Stalker.
En 1983, Tarkovski se encontraba en Italia rodando una de sus últimas películas, Nostalgia. Por una carta de un funcionario soviético al director del Centro Experimental de Cine de Roma, se sabe que Tarkovksi había firmado un contrato con la productora soviética Mosfilm para escribir un guión basado en El idiota, pero ese acuerdo nunca se llegó a hacer realidad. En 1984, harto de la censura y las trabas a sus proyectos, el director anunció que no iba a regresar a la URSS y se instaló junto a su segunda esposa, Larisa, en Suecia. Allí rodaría su último filme, Sacrificio, antes de su temprana muerte en 1986, con solo 54 años, a causa de un cáncer de pulmón.

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