Verba volant, scripta manent

martes, 8 de marzo de 2011

Frases con historia: cruzar el Rubicón


El río Rubicón es un riachuelo de apenas 30 kilómetros de largo del nordeste de la península Itálica, que desemboca en el mar Adriático. Su nombre se debe a que en su recorrido arrastra arcillas que contienen hierro y dan a sus aguas una tonalidad rojiza. Su importancia geográfica es nula, pero durante la República romana gozó de importancia administrativa: su cauce marcaba la frontera entre el territorio propiamente romano, al sur, y la provincia de la Galia Cisalpina, al norte. Y la ley era muy clara: prohibía rigurosamente el establecimiento de un ejército en armas en territorio romano. Julio César lo sabía perfectamente cuando cruzó el Rubicón el 11 de enero del 49 a. C.
Todo había comenzado con el primer Triunvirato: Pompeyo y Craso, ricos e influyentes, apoyaban a Julio César en sus ambiciones políticas. Así, César fué elegico primero cónsul y, más tarde, nombrado procónsul y gobernador de Iliria y la Galia Cisalpina, con tropas a su mando para llevar a cabo su gran proyecto, la conquista de las Galias, y devolvía el favor haciendo valer sus influencias para ayudar a sus aliados y a los protegidos de éstos.
La alianza se vino abajo después de la muerte de Craso en Siria, durante una campaña contra los partos, y de que Pompeyo, celoso del poder y las riquezas que iba acumulando César, se pasara al partido conservador, enemigo acérrimo de Julio César y su familia.
Con Roma y el Senado bajo el control de Pompeyo (ahora nombrado cónsul) y sus aliados, César se halló en un dilema. Para ser elegido cónsul, debía presentarse en Roma, donde muy probablemente acabaría encarcelado o asesinado. Pero si no lo hacía, en cuanto expirase su nombramiento se convertiría en un civil sin poder militar ni inmunidad algunos y, por lo tanto, desprotegido ante sus enemigos. Sus aliados trataron de conseguir que se le eximiese de presentarse en Roma para concurrir al consulato, pero los conservadores, creyendo tener el dominio de la situación, se negaron. Entonces César ofreció a Pompeyo que ambos renunciaran a la vez a sus cargos, pero tampoco ésto fué aceptado. Más aún, el Senado aprobó una moción que retiraba su mando a César y encomendaba a Pompeyo su captura y la restauración del orden. Viéndose sin laternativa, César cruzó el Rubicón con su legión más leal, la decimotercera, para enfrentarse a Pompeyo, sabiendo que de no tener éxito pasaría a la historia como un traidor.
Es por eso que la expresión "cruzar el Rubicón" hace referencia a una decisión inapelable y que no admite vuelta atrás.

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