Verba volant, scripta manent

jueves, 7 de marzo de 2013

Escándalo y adulterio en la corte danesa


 
               

Los tres protagonistas del triángulo amoroso: la reina Carolina Matilda, el rey Christian VII y el médico Johann Friedrich Struensee

Recientemente se ha estrenado en España la película danesa Un asunto real (En kongelig affære), candidata al Oscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa en la última edición de los premios de la Academia. Esta película refleja un conocido caso de intrigas palaciegas y romances prohibidos en la corte danesa de finales del siglo XVIII.
Christian VII subió al trono danés en 1766, con apenas 16 años, tras la muerte de su padre Federico V. Aunque estuvo en el trono hasta 1808, lo que se dice reinar reinó poco: era una persona mentalmente inestable (se cree que padecía esquizofrenia) y casi todas las decisiones importantes eran tomadas por sus ministros y consejeros. El mismo año de su ascenso al trono se casó con la princesa Carolina Matilda de Hannover, hermana menor del rey Jorge III de Inglaterra. Uno de tantos matrimonios de conveniencia que tan habituales eran en las familias reales de la época. Un matrimonio no demasiado feliz; Christian reconocía no amar en absoluto a su esposa, y pasaba buena parte de su tiempo dedicado a sus numerosas correrías sexuales por los burdeles de Copenhague. Aún así, un par de años después de la boda, la reina Carolina daba a luz a su primer hijo, el príncipe heredero Federico.
Durante un viaje al extranjero en 1768, Christian VII conoció al doctor Johann Friedrich Struensee, un médico alemán que le causó una profunda impresión, tanto por su inteligencia como por sus ideas políticas. Tanto, que le nombró su médico personal y consejero, e hizo que le acompañara durante un largo viaje por Alemania, Holanda, Francia e Inglaterra.
Struensee, que no tardaría en ser nombrado conde, se instaló en la corte danesa, donde rápidamente progresó y se fué ganando la confianza del rey, y también de la reina, hasta acabar siendo nombrado secretario de gabinete, sucediendo al hasta entonces hombre fuerte del gobierno, el conde de Bernstorff. Struensee aprovechó su privilegiada situación para iniciar una serie de reformas políticas y económicas de carácter liberal que no sentaron nada bien en la conservadora corte nórdica. Dichas reformas incluían la libertad de prensa, la abolición del tráfico de esclavos y los privilegios de la nobleza, el establecimiento de impuestos a los productos de lujo y la reforma de la justicia, el ejército y la sanidad pública. Struensee, como todos los que prosperan rápidamente, se había ganado enemigos, y su forma de gobernar le enfrentó definitivamente con el resto de la corte. Además, su creciente confianza con la reina levantó numerosas suspicacias, hasta que todos dieron por sentado que ambos mantenían una relación amorosa. Lo cierto es que Struensee era un hombre inteligente, atractivo y de modales encantadores. Y la reina se sentía desdichada y desatendida por su marido, y profresaba al médico un gran aprecio por haber vacunado al pequeño príncipe Federico.
La situación culminó con el nacimiento en 1771 del segundo vástago real, la princesa Luisa Augusta. Aunque el rey asumió su paternidad, el parecido físico de la pequeña con Struensee era más que evidente, y todos dieron por supuesto que era hija del médico y no del rey. Los enemigos de Struensee aprovecharon la ocasión y fueron con el cuento al rey, el cual, influenciado por su madrastra la reina viuda Juliana María (viuda de Federico V), hizo arrestar a su ministro, acusándolo de adulterio, traición y de ofensa a la monarquía. Struensee fué ejecutado y descuartizado el 28 de abril de 1772. La reina Carolina, tras confesar su adulterio, fué repudiada por Christian VII. Tras la disolución de su matrimonio, fué deportada a la ciudad de Celle, en el electorado de Hannover (territorio bajo el dominio de su hermano), en cuyo castillo falleció de escarlatina en 1775, con apenas 23 años, sin poder volver a ver a sus hijos.
Tras la muerte de Struensee, el gobierno pasó a ser controlado por el primer ministro Ove Høegh-Guldberg, la reina viuda Juliana María y su hijo Federico (hermanastro de Christian VII). Hasta que en 1784, el príncipe heredero Federico se hizo con el poder y fué nombrado regente por su padre; desde entonces, hasta su muerte, el papel de Christian VII fué meramente nominal, limitándose a dar el visto bueno a las decisiones de su hijo, que tomó medidas liberales tales como la abolición del comercio de esclavos, la libertad de prensa o la concesión de derechos civiles a los judíos.

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