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jueves, 13 de marzo de 2014

Las Olimpiadas olvidadas: los Juegos Intercalados de Atenas 1906


La primera edición de los Juegos Olímpicos modernos se celebró en Atenas en 1896, auspiciada por el Comité Olímpico Internacional y su fundador y presidente, el barón Pierre de Coubertin, aunque previamente ya se habían producido algunas tentativas y competiciones deportivas con el nombre de "Olímpicos". Los Juegos fueron costeados por el gobierno griego, gracias a un fideicomiso que había dejado en su testamento para tal fin el millonario y filántropo griego Evangelos Zappas (1800-1865).
Aquellos primeros juegos tuvieron un enorme éxito y de ahí que el gobierno griego solicitara ser la sede permanente de la competición. Sin embargo, dicha pretensión chocaba con la idea de Coubertin de que el olimpismo debía ser universal y fue rechazada en un principio, pese a contar con el apoyo de varios de los delegados del COI.
Sin embargo, los siguientes juegos, celebrados en París en 1900, fueron un absoluto desastre, con múltiples errores de organización (en algunas pruebas no se repartieron medallas, en otras se otorgaron premios en efectivo y se disputaron pruebas tan extrañas como salto de longitud para caballos y natación con obstáculos) y sin apenas publicidad, convertidos en una atracción secundaria de la Exposición Universal de 1900 y repartidos a lo largo de cinco meses, entre mayo y octubre, con lo que el resultado final se pareció más a un espectáculo circense que a un evento deportivo. La credibilidad del proyecto olímpico se vió perjudicada y la posición de Coubertin al frente del COI se debilitó, con lo que tuvo que negociar con los griegos y con el sector crítico del Comité. Y en 1901, se decretó oficialmente que cada cuatro años, intercalados entre dos ediciones de los Juegos Olímpicos, se celebrarían en Atenas otros Juegos Olímpicos intermedios, cuya primera edición habría de celebrarse en 1906, coincidiendo con el décimo aniversario de los primeros Juegos.
En los Juegos de San Luis de 1904 se repitió la historia de París. Aunque la sede designada originariamente era Chicago, San Luis (que celebraba la Exposición Universal de ese año) lanzó una gran campaña solicitando los Juegos, que contaba con el apoyo del Comité Olímpico Norteamericano y del mismísimo presidente Teddy Roosevelt. Finalmente, Chicago renunció a organizar los Juegos y el COI, reunido de urgencia, concedió la organización a San Luis. Como era de esperar, la Exposición Universal ensombreció la disputa de las pruebas restándoles protagonismo y convirtiéndolas en una mera anécdota. La competición se prolongó casi cinco meses y sólo participaron 651 atletas (la menor participación de la historia), de los cuales únicamente 42 eran no norteamericanos, lo que deja bien claro el escaso entusiasmo que despertaron los Juegos fuera de EEUU. Toda la organización estuvo llena de errores y despropósitos, como la organización de pruebas infantiles o de los bochornosos "Anthropological Days" (pruebas reservadas exclusivamente para competidores no blancos). Las anécdotas curiosas se sucedieron: el ganador del maratón, Fred Lorz, fue descalificado al descubrirse que había hecho parte del recorrido en coche. George Eyser ganó seis medallas en gimnasia pese a tener una pierna de madera. Las diez pruebas del decathlón se celebraron en un sólo día. Se disputaron pruebas al margen del programa olímpico cuyas medallas luego no fueron reconocidas por el COI. Un auténtico desbarajuste que contribuyó a minar el prestigio de las Olimpiadas y a debilitar aún más la posición de Coubertin al frente del Comité.
Y así llegó el momento de los llamados Juegos Intercalados, inaugurados por el rey Jorge I el 22 de abril de 1906. A diferencia de las dos anteriores, fueron unos Juegos ejemplares y magníficamente organizados. Las pruebas se disputaron en menos de dos semanas, del 22 de abril al 2 de mayo. Por primera vez hubo una ceremonia inaugural en la que las distintas delegaciones desfilaron portando sus respectivas banderas nacionales (España no envió ningún participante). También por primera vez hubo una Villa Olímpica en la que se alojaron los participantes, el Zappeion (un edificio de usos múltiples en pleno centro de Atenas). Y también por primera vez acudieron representantes de los cinco continentes. El éxito fue completo y rotundo y redundó en una sustancial mejora de la imagen del movimiento olímpico, pese a las reticencias de Coubertin, quien ni siquiera hizo acto de presencia en la capital griega.
En lo estrictamente deportivo, los resultados fueron excelentes. Se disputaron pruebas de atletismo, ciclismo, esgrima, gimnasia, fútbol, halterofilia, lucha, natación, piragüismo, tenis, tiro y vela. Se lograron magníficas marcas (incluido un récord mundial en lanzamiento de jabalina, con los 53'90 metros del sueco Eric Lemming) y hubo actuaciones destacadas, como la del norteamericano Paul Pilgrim, que no formaba parte del equipo de su país y participó por libre, venciendo las pruebas de 400 y 800 metros lisos, o Archie Hahn, "el meteoro de Milwaukee", que reeditó su victoria de 1904 en los 100 metros lisos. La primera en el medallero fue la delegación francesa, con 40 medallas (15 de oro).
Entusiasmados por el éxito, los organizadores griegos comenzaron inmediatamente a trabajar para preparar las siguientes ediciones que se habrían de celebrar en 1910 y 1914. Pero empezaron a encontrar dificultades económicas y políticas con las que no contaban, aparte de la nula colaboración de Coubertin. El golpe de gracia lo supuso el Golpe de Estado de Goudi (agosto de 1909), en el que los militares se hicieron con el control del gobierno griego. Ante la inestabilidad política, los Juegos de 1910 se suspendieron. Lo mismo ocurrió con los de 1914; tras las llamadas Guerras Balcánicas (1912-13), Grecia no estaba para muchas alegrías, y el desinterés del COI y el clima prebélico existente en Europa (que llevaría al inicio de la Primera Guerra Mundial en julio de 1914) hicieron el resto. En 1918, con el conflicto todavía vivo, ni se consideró la posibilidad de organizarlos.
Finalizada la Primera Guerra Mundial, Coubertin, de nuevo con el control de COI, promulgó una Carta Olímpica con las directrices básicas del olimpismo y de la organización de los Juegos Olímpicos. Entre ellas, la periodicidad cuatrianual de los Juegos, descartando que se repitiese la celebración de Juegos "Intercalados" como los de 1906, que además fueron borrados del palmarés y cuyas medallas y marcas dejaron de ser oficiales. Los siguientes Juegos, los de Amberes 1920, pasaron así a ser oficialmente los VI Juegos Olímpicos.
En 1948, el húngaro Ferenc Mezö, historiador y miembro del COI, solicitó durante una sesión del Comité celebrada en Londres que se revocara la exclusión de los Juegos de 1906 y se volviera a reconocer su oficialidad. Para estudiar su petición se creó la llamada Comisión Brundage, así llamada porque estaba presidida por Avery Brundage, ex-atleta olímpico, millonario, presidente del Comité Olímpico Norteamericano y vicepresidente del COI (se convertiría posteriormente en su quinto presidente, entre 1952 y 1972). La Comisión expuso su conclusión en la siguiente sesión del Comité, celebrada en Roma en 1949: propuesta rechazada. Y aunque muchos expertos en la historia del olimpismo consideran injusta y arbitraria su exclusión, el COI sigue sin aceptar su validez ni la de las medallas que en ellos se otorgaron.


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