Verba volant, scripta manent

sábado, 31 de enero de 2015

Crimen pasional en la casa de baños

Juana Teresa Juega (1885-1979)
La primera casa de baños que se abrió en la coruñesa playa de Riazor fue La Primitiva, inaugurada en 1877 en el número 47 de la Avenida de Rubine por Guillermo Howland de Quesada, y que disponía de todo tipo de servicios: baños con agua dulce o salada a distintas temperaturas, masajes, electroterapia, gimnasio... Tras varios cambios de gerencia, en 1903 su entonces propietario, Antonio Nogueira, totalmente arruinado, la vendió a Ramón Juega Charlín, un médico natural de la villa marinera de Laxe (de la que llegaría a ser alcalde) y que había prosperado en Uruguay, donde había ejercido durante años en el departamento de Tacuarembó. Pero el doctor Juega falleció en 1905, poco antes de cumplir los sesenta años, y la propiedad de La Primitiva pasó a su familia (viuda y seis hijos) que la conservaría hasta los años cuarenta.
Una de los hijos de Ramón Juega era Juana Teresa (nacida en 1885), una joven inteligente y culta, gran amante de la literatura, que incluso había hecho sus pinitos como poeta. Unas inclinaciones que no gustaban en absoluto al que por entonces era su pretendiente, el teniente de infantería José Morales Vilar, que servía en el regimiento Isabel la Católica. El teniente Morales, hombre conservador y de carácter fuerte al que no gustaban en absoluto las bromas que sus camaradas hacían sobre la vertiente poética de su novia, había ordenado a ésta que se dejase de silvas, sonetos y romances.
Pero Juana no se dio por aludida y siguió con su actividad literaria, que cristalizaría en su primer poemario, Alma que llora, publicado a principios de 1908, con prólogo del ilustre catedrático Leopoldo Pedreira, y cuya venta tendría carácter benéfico (Deseando que mi primera obra literaria tenga algún fin benéfico, íntegro destino el producto que de ella pueda obtener para socorro de la infancia desvalida, de los niños desamparados, y muy particularmente de los pobres huerfanitos).
El teniente Morales supo de la publicación del libro la mañana del 4 de marzo de 1908, mientras desayunaba, al leer en el periódico la reseña. Y, al ver que su mandato había sido desoído, se sintió presa de un violento acceso de ira. De inmediato, se dirigió a la casa de baños y, al encontrarse con la joven, le gritó "¡Toma ese prólogo!" antes de propinarle tres disparos con su revólver de reglamento. A continuación, huyó a la cercana playa, donde recargó el arma y se pegó un tiro en la nuca, falleciendo poco después.
Juana Teresa Juega es de inmediato atendida por su hermano, Ramón, médico al igual que su padre. Pese a la gravedad de las heridas, logra sobrevivir aún teniendo dos balas incrustadas en el parietal izquierdo. Meses más tarde, contraería matrimonio con Emilio Pereiro Quiroga, abogado y poeta ocasional que llegaría a ser alcalde de Arzúa. Aunque no volvió a publicar, Juana seguiría en contacto con el mundo de la cultura hasta que falleció en Melide el 1 de enero de 1979, el día que cumplía 94 años.

jueves, 29 de enero de 2015

De prisionero de los nazis a presidente de Senegal

Léopold Sédar Senghor (1906-2001)

Léopold Sédar Senghor nació el 6 de junio de 1906 en la pequeña localidad costera de Joal, a algo más de cien kilómetros al sudeste de Dakar. Su padre era un comerciante católico de la etnia serer y su madre, su tercera esposa, musulmana de la tribu tabor. Gracias a la posición acomodada de su familia, Léopold pudo estudiar, primero en una escuela regentada por los sacerdotes de la Congregación del Espíritu Santo en Ngazobil (a seis kilómetros de Joal) y, a partir de 1922, en el seminario François Libermann en Dakar. Sus buenas notas y su talento literario hicieron que sus profesores le recomendaran continuar sus estudios; tras conseguir una beca de la administración colonial, en 1928 partió de Senegal rumbo a Francia.
Aunque inició estudios de literatura en la Sorbona, no tardó en dejarlos para matricularse en la École Normale Supérieure, y en 1935, tras graduarse, aprobó el examen necesario para acceder a un puesto de profesor (fue el primer africano en conseguirlo) y pasó a ejercer como profesor de literatura en Tours primero y en Saint-Maur-des-Fossés desde 1938, para lo que tuvo que solicitar la nacionalidad francesa. Paralelamente, mantuvo su actividad literaria (sobre todo, como poeta) y política; en 1934, fundó la revista L'Etudiant Noir, dedicada a la problemática racial y a las relaciones de la metrópoli francesa con sus colonias.
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Senghor se alistó en el ejército francés. Pese a que tenía la nacionalidad gala, fue asignado al 31º Regimiento de Infantería Colonial (formado íntegramente por africanos) como soldado de segunda clase. Pero su carrera militar fue muy breve, ya que el 20 de junio de 1940 cayó prisionero de los alemanes en La Charité-sur-Loire (Borgoña). A partir de ahí pasó por varios campos de prisioneros en Romilly, Troyes y Amiens, hasta que fue llevado al Frontstalag 230 en Poitiers, reservado para soldados coloniales. Allí, Senghor y sus compañeros estuvieron a punto de ser fusilados por los alemanes el mismo día de su llegada; se salvaron gracias a que comenzaron a gritar ¡Vive la France!¡Vive l'Afrique noire! (¡Viva Francia!¡Viva el África negra!). En ese momento, un oficial francés logró convencer a los mandos alemanes de que masacrar de esa manera a aquellos valientes soldados sería una acción deshonrosa para el ejército alemán y para la Alemania aria.
A finales de 1941, Senghor fue trasladado a otro campo de prisioneros en las Landas, acusado de haber colaborado en la fuga de dos prisioneros. En 1942 fue liberado por motivos de salud, reincorporándose a su trabajo como profesor, a la vez que colaboraba con la resistencia. Mientras, siguió escribiendo poesías, algo que no había dejado de hacer ni siquiera cuando estaba prisionero.
Terminada la guerra, Senghor trabajaba como profesor y lingüista en la École nationale de la France d'outre-mer, encargada de formar a los funcionarios de la administración colonial francesa. Al mismo tiempo, se había convertido en un activo defensor de la independencia de las colonias, reivindicando el orgullo de la población negra y defendiendo sus derechos. Durante una de sus visitas a Senegal conoció a Lamine Guèye, un destacado líder socialista que influyó poderosamente en su ideología política, próxima al marxismo, y le animó a presentarse como candidato a la Asamblea Nacional francesa, siendo elegido representante por la circunscripción de Senegal-Mauritania. En 1946 se casó con Ginette Éboué, funcionaria del ministerio colonial francés e hija de Félix Éboué, antiguo gobernador del África Ecuatorial francesa, con la que tendría dos hijos.
En 1948, Senghor fundó el Bloc Démocratique Sénégalais como una escisión de la Internacional Socialista Francesa, y en 1951 ganó las elecciones legislativas derrotando a Guèye. A partir de ahí Senghor desempeñó diversos cargos políticos: reelegido diputado en 1951, fue secretario de estado entre 1955 y 56 (bajo la presidencia de Edgar Faure), alcalde de la ciudad de Thiès en 1956, consejero del primer ministro Michel Debré, miembro de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa y del Gran Consejo del África Occidental Francesa, colaboró en la redacción de la Constitución de la Quinta República...


En el marco de la paulatina descolonización del África francesa, Senegal se convirtió en 1956 en una república autónoma, que en 1958 obtuvo la independencia tras un referéndum. Senghor era partidario de formar una coalición federal de todas las antiguas colonias francesas de África, una suerte de Commonwealth francesa, pero la idea no cuajó, y Senegal se unió al Sudán Francés para formar la Federación de Mali, que tuvo una existencia efímera: de enero de 1959 a agosto de 1960. A partir de ese momento, Senegal y Mali se convirtieron en dos países independientes, y en septiembre Senghor fue proclamado presidente de la República de Senegal. Aunque fue acusado de autoritario y de reprimir a sus opositores (Mamadou Dia, su primer ministro, pasó doce años en prisión, acusado de planear un golpe de estado), a partir de 1970 su política se volvió más tolerante, permitiendo el multipartidismo.
Senghor fue reelegido en cuatro ocasiones y se mantuvo en la presidencia hasta 1980, año en que dimitió en favor de su primer ministro, Abdou Diouf. El 2 de junio de 1983 fue nombrado miembro de la Académie Française por sus méritos como poeta, siendo el primer africano en obtener un asiento en ella. Pasó los últimos años de su vida en Verson, una pequeña localidad de Normandía, de donde era natural su segunda esposa, Colette Hubert, con la que se había casado en 1956 tras divorciarse de Ginette y con la que tuvo un hijo. Murió el 20 de diciembre de 2001.

Senghor y su segunda esposa, Colette Hubert
Si como político es considerado uno de los padres de la independencia de Senegal, como escritor es uno de los más apreciados escritores francófonos de origen africano. A lo largo de su vida, publicó catorce poemarios, así como varios libros de ensayo y crítica.

martes, 27 de enero de 2015

Jean-Marc Bosman, el hombre que cambió el fútbol


Hace apenas veinte años, el fútbol europeo era bastante diferente al que conocemos hoy en día. Los cupos de jugadores extranjeros existentes en la mayor parte de las ligas europeas afectaban también a los jugadores de otros países comunitarios, pese a que el Tratado de Roma (1957) establecía la prohibición de cualquier restricción al acceso a sus competiciones deportivas de jugadores procedentes de otros países de la UE, además de que un club podía solicitar una indemnización cuando un jugador suyo, aun habiendo concluido su contrato, fichaba por otro equipo. Todo este statu quo se vendría abajo por obra y gracia de un desconocido futbolista belga llamado Jean-Marc Bosman.
Bosman (nacido en 1964) era un centrocampista no demasiado brillante, internacional en categorías inferiores con Bélgica, cuya carrera había transcurrido en la Primera División belga en los dos principales equipos de Lieja, primero en el Standard (1983-88) y luego en el RFC Lieja (1988-90). Precisamente, fue su mala relación con la directiva del RFC la desencadenante del proceso judicial que lo haría famoso. Próximo a finalizar su contrato, el RFC le había ofrecido la renovación, pero con un fuerte recorte de su sueldo (un 75%), lo que desagradó al jugador. Al rechazar la renovación, el club lo apartó obligándolo a entrenarse por separado del resto de la plantilla. En junio de 1990 su contrato expiró y Bosman llegó a un acuerdo con el USL Dunkerque, de la segunda división francesa. Sin embargo, el RFC exigió a los franceses una compensación de más de once millones de francos belgas, algo inasumible para ellos, por lo que desistieron de contratar al jugador. Éste, enfadado, reaccionó presentando en agosto una demanda contra el RFC Lieja, la Federación Belga de Fútbol y la UEFA, alegando que las normas relativas al traspaso de jugadores violaban los artículos 45, 85 y 86 del Tratado de Roma. Por ello, pedía al tribunal que decretase la libre circulación de jugadores comunitarios y prohibiese que los clubes pudieran exigir una compensación económica por un jugador una vez que éste hubiera concluido su contrato.
La primera sentencia, dictada en noviembre, da la razón al jugador, quien al poco ficha por el Olympique Saint-Quentinois, un club francés que juega en categoría regional. Pero el RFC no tarda en presentar recurso. Las distintas instancias dan la razón a Bosman, mientras se suceden las apelaciones del RFC, al que pronto se suman la Federación belga y la UEFA, temerosas del efecto que provocaría una sentencia favorable a Bosman. Mientras la demanda pasa cada vez a tribunales de mayor categoría, la carrera de Bosman continúa en clubes menores, con un breve paso por el CS Saint-Denis, de la isla francesa de Reunion y luego en el Olympic Charleroi, en la tercera división belga.
La sentencia definitiva es emitida el 15 de diciembre de 1995 por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, con sede en Luxemburgo, aceptando las tesis de la defensa de Bosman, y declarando ilegales las indemnizaciones por fichaje y los cupos de jugadores comunitarios. Además, fija una compensación de casi un millón de euros para Bosman, por los perjuicios causados a su carrera.
Esta sentencia cambiaría de forma radical el panorama futbolístico europeo y mundial. Pese a que en un primer momento la UEFA y algunas federaciones (como la española) se niegan a admitir la decisión del tribunal, el 11 de enero de 1996 la Comisión Europea ratifica la sentencia y da seis meses de plazo para su aplicación. La UEFA acaba aceptando su derrota. Por extensión, la FIFA adopta las mismas normas en el resto del mundo.

Bosman y sus abogados, celebrando la sentencia a su favor
A la larga, la nueva normativa provoca un mayor desequilibrio entre ligas y equipos. Las ligas más fuertes económicamente pasan a atraer a sus competiciones a los mejores jugadores de otras ligas, aumentando sensiblemente las diferencias de potencial ya existentes. Y dentro de las propias ligas, también se genera una mayor desigualdad entre los clubes con más recursos y los más humildes. Se suele decir que el caso Bosman benefició a los jugadores y a los clubes, pero perjudicó a la igualdad entre competiciones y clubes ricos y modestos.
En cuanto a Bosman, pese a que los tribunales habían fallado a su favor. la situación no es en absoluto beneficiosa para él. Su carrera futbolística está acabada; pese a ofrecerse a numerosos clubes, nadie muestra interés por ficharlo; se ha convertido en un "apestado" perseguido por la polémica. Se retirará en 1996, tras una temporada en el modesto CS Visétois de la cuarta división belga. La indemnización le dura poco; buena parte la emplea en las minutas de sus abogados y en pagar impuestos. El resto no tarda en desaparecer, devorado por los demonios personales del ex-jugador. Y es que todo el proceso ha sumido a Bosman en una profunda depresión que le lleva al alcoholismo. Los problemas económicos ya habían roto su primer matrimonio y le habían obligado a instalarse con sus padres. Con lo que le queda de la indemnización se compra una pequeña casa, donde sobrevive gracias a las ayudas sociales. Lo último que se supo de él era que trabajaba como empleado municipal en la ciudad belga de Awans y que en abril de 2013 fue condenado a un año de prisión por haber agredido a su novia en 2011 durante una borrachera.


domingo, 25 de enero de 2015

Los plátanos de Silo


La Silo era una cadena de tiendas de electrodomésticos fundada en Philadelphia en 1946 por un veterano de la Segunda Guerra Mundial llamado Sidney Cooper. La compañía creció rápidamente y abrió franquicias en otros estados; cuando Cooper murió, en 1976, Silo poseía 40 tiendas y obtenía unos ingresos anuales de 60 millones de dólares, con una estrategia basada en los precios bajos, una amplia selección de productos y un agresivo despliegue publicitario.
Tras su muerte, la presidencia del grupo pasó al yerno de Cooper, Barry Feinberg, quien en 1979 vendió la compañía a Cyclops Steel, una empresa siderúrgica de Pittsburgh. La Cyclops dio continuidad a los ambiciosos planes de Feinberg (quien permaneció al frente de Silo) de expandirse por nuevos mercados y abrir nuevas tiendas: en su momento álgido, la Silo llegó a tener abiertas 232 tiendas en todo el país. En 1987, la Cyclops la vendió al Dixons Group PLC, una empresa británica quien a su vez en 1993 la traspasó a la Fretter Inc., de Detroit, cuando las ventas habían caído por la competencia de otras franquicias similares como Best Buy y Circuit City. Finalmente, a finales de 1995 Fretter se declaró en quiebra y todas las tiendas de la cadena Silo fueron cerradas.
En 1986, la cadena Silo fue protagonista de uno de las más curiosas meteduras de pata en la historia de las campañas publicitarias. Siguiendo su política habitual de llamativas ofertas con grandes descuentos, la red de tiendas puso a la venta un importante stock de equipos estéreo al interesante precio de 299 dólares cada uno. Y para dar a conocer esta oferta, emitió en 23 ciudades de los Estados Unidos un llamativo anuncio televisivo. Un anuncio que salió al aire el viernes 25 de abril y que, dado que el principal objetivo de la oferta eran los clientes jóvenes, utilizaba un estilo coloquial y desenfadado, tratando de atraer la atención de dicho grupo. En él se decía textualmente que "podían tener un estéreo nuevo por sólo 299 bananas". "Bananas", obviamente, es uno de los muchos sinónimos que se utilizan en argot para referirse al dinero; la oferta era de un estéreo por 299 dólares. Nadie esperaba que hubiese gente que se tomase la oferta al pie de la letra.


Porque al día siguiente, sábado 26, en varios establecimientos de Silo se presentaron clientes dispuestos a llevarse a casa su estéreos a cambio de, literalmente, 299 plátanos. Ante aquella situación, los directivos de la empresa decidieron cumplir con su oferta y entregar los aparatos a cambio de la fruta. Aunque, como aclararían posteriormente, creían que en el anuncio se entendía perfectamente que "bananas" se utilizaba con el significado de "dólares", era algo que no se aclaraba de manera explícita, y prefirieron asumir las pérdidas antes que arriesgarse a ser denunciados por publicidad engañosa.
Finalmente, la Silo tuvo que entregar 35 equipos estéreo (32 en su tienda de Seattle y otros tres en El Paso) a cambio de los plátanos (cuyo valor oscilaba entre 40 y 50 dólares), lo que le provocó unas pérdidas de 10465 $. Los anuncios fueron inmediatamente retirados, por si a más gente se le ocurría la misma idea. Y en cuanto a los más de 10000 plátanos que la Silo "ingresó" fueron donados al Woodland Park Zoo de Seattle y a varios bancos de alimentos y comedores sociales. No hace falta decir que a partir de ese momento los anuncios de la compañía pasaron a ser mucho menos creativos y más explícitos y directos, por si acaso.

viernes, 23 de enero de 2015

Animales devoradores de personas (IV)

Hace algún tiempo (han pasado cuatro años ya, tempus fugit) escribí tres artículos (1, 2 y 3) relatando algunos de los más conocidos casos de animales devoradores de personas. En aquel momento se quedaron algunos casos en el tintero que ahora recupero a modo de epílogo.

Kesagake, el oso de Sankebetsu
Ursus arctos lasiotus

La aldea de Sankebetsu Rokusen-sawa fue fundada a principios del siglo XX en la isla japonesa de Hokkaido, en un terreno ganado al bosque, y contaba con apenas 15 casas. A mediados de noviembre de 1915, la familia Ikeda descubrió a un gran oso pardo Ussuri (Ursus arctos lasiotus) devorando sus reservas de maíz. El oso huyó al ver a los humanos, pero volvió pocos días después. El señor Ikeda, temiendo que el oso hiciera daño a su familia o a los animales de la granja, decidió que era mejor matarlo. Y esperó a que volviera, acompañado de su hijo Kametaro y dos cazadores contratados. Cuando el oso reapareció, abrieron fuego contra él, hiriéndolo en un hombro. Siguieron su rastro hacia el monte Onishika para rematarlo, pero una inoportuna tormenta de nieve los obligó a regresar, pensando que seguramente el oso moriría por sus heridas. Sin embargo, el oso (al que luego apodaron Kesagake, que significa "herida en el hombro") logró sobrevivir, a pesar de que la herida le impedía cazar, pescar y alimentarse convenientemente, algo que, en vísperas del período de hibernación suponía la muerte. Por ello, el hambriento oso volvió al único lugar donde sabía que podía conseguir alimento: Sankebetsu. La mañana del 9 de diciembre entró en la granja de la familia Ota, vecina de los Ikeda, donde sólo estaban Mayu Abe, la esposa del señor Ota, y Mikio Hasumi, el bebé de una familia vecina al que Mayu estaba cuidando. Tras devorar parte de sus reservas de cereal el oso, frenético por alimentarse, derribó una de las frágiles paredes de la casa y atacó a los ocupantes. Mató primero al niño y luego atrapó a Mayu cuando trataba de huir, llevándose su cuerpo al bosque. Tras descubrirse la tragedia, se formó una partida de treinta hombres armados, que se internó en el bosque, donde no tardaron en dar con el oso; sin embargo, éste logró huir y las posteriores batidas sólo consiguieron encontrar el cadáver semidevorado de Mayu. Al día siguiente, la partida, aumentada ya a 50 hombres, salió de nuevo en busca del oso. Desgraciadamente, Kagesake aprovechó para volver a la aldea y atacó la granja de Yasutaro Miyoke, uno de los líderes de la partida. En la granja, además de la esposa de Miyoke, Yayo, y sus cuatro hijos, estaba también Take, la esposa embarazada de Ishigoro Saito (el otro líder de la partida de caza) y sus dos hijos, además de un leñador llamado Yukichi Nagamatsu. Cuando se dio la alarma, rápidamente acudieron varios hombres armados, que no fueron capaces de evitar la huida del oso. El escenario dentro de la casa era tan dantesco que sólo algunos vecinos, veteranos de guerra, se atrevieron a entrar. Take Saito, su hijo Haruo y el pequeño Kinzo Miyoke habían muerto. Iwao Saito y el hijo menor de los Miyoke, Umekichi, gravemente heridos, morirían poco después. Yayo Miyoke, su hijo Yujiro y Yukichi Nagamatsu (que se suicidaría la siguiente primavera arrojándose a un río) estaban heridos. Sólo los hijos mayores de los Miyoke, Riziko y Hisano, habían salido ilesos.
El día 11 llegaron a la aldea refuerzos: un grupo de policías de la ciudad de Tomamae, bajo el mando del inspector Suga, fuertemente armados. También llegó Heikichi Yamamoto, un antiguo oficial del ejército dedicado ahora a cazar osos. Todo el día y toda la noche, los cazadores montaron guardia en los tejados de la aldea, pero el oso no apareció. Al día siguiente, trataron de atraerlo usando como cebo el cadáver de una  de sus víctimas; el oso apareció alrededor de medianoche, pero algo le hizo desconfiar y volvió a huir. Sin embargo, al amanecer del día 13, se descubrió que el oso había estado merodeando por la aldea (cuyos habitantes, afortunadamente, no habían sido atacados): había devorado parte del grano de la granja de la familia Ota y luego había estado curioseando en al menos otras ocho casas. El inspector Suga decidió entonces levantar un muro de hielo y nieve a lo largo del río, que el oso cruzaba para entrar en la aldea, dejando libre únicamente el puente. Esa noche, el oso volvió a tratar de llegar a la aldea, pero fue recibido a tiros y huyó herido.
Un grupo de hombres salió en su persecución. Como el señor Ikeda pudo comprobar, el oso de nuevo se dirigía hacia el monte Onishika. Yamamoto, que iba en vanguardia, descubrió a Kesagake descansando en un hayedo; se aproximó en silencio, apuntó con cuidado y le disparó dos veces, acertándole en la cabeza y el pecho. El cuerpo del oso fue llevado a la aldea, donde se comprobó que medía 2'7 metros de largo y pesaba 380 kilos.

El tiburón de Nueva Jersey

Uno de los casos que más despertó el interés del público fue el provocado por una serie de ataques producidos en la costa del estado norteamericano de Nueva Jersey en el verano de 1916. Por aquel entonces, era mucho lo que se desconocía sobre los tiburones, e incluso los expertos trabajaban a menudo con hipótesis y datos sin confirmar. Aquel verano del 16 fue extremadamente caluroso y, además, coincidió con una epidemia de poliomielitis en el noroeste de EEUU, lo que hizo que los balnearios costeros y las playas de Jersey tuvieran una enorme afluencia de visitantes. El 1 de julio, un turista de Philadelphia llamado Charles Vansant, que se bañaba en Beach Haven con su perro, muy cerca de la orilla, fue atacado por un tiburón, que le desgarró el muslo izquierdo. Pese a que fue rescatado por un salvavidas, murió desangrado poco después. El día 6, un joven inmigrante suizo llamado Charles Bruder, que trabajaba como botones en el Hotel Essex & Sussex, fue atacado y devorado parcialmente cuando nadaba en Spring Lake. El siguiente ataque tuvo lugar el día 12 en el río Matawan, cerca de la ciudad de Keyport: un tiburón atacó a varios niños que se estaban bañando y se llevó al pequeño Lester Stillwell, de 11 años. Varios hombres del pueblo, creyendo que quizá Lester había sufrido una indisposición (era epiléptico) se metieron en el río para buscarlo; uno de ellos, Watson Stanley Fisher, fue atacado también y, al igual que Vansant, sufrió graves desgarros en un muslo que provocaron que muriera desangrado. Apenas media hora después, un joven de 14 años llamado Joseph Dunn, que nadaba junto a su hermano y un amigo no muy lejos de allí, fue mordido en una pierna, pero pudo ser salvado por sus acompañantes y llevado a un hospital, conde se recuperaría de sus heridas. Se ofreció entonces una recompensa por el tiburón y se colocaron mallas de alambre en la desembocadura del río para evitar que el tiburón volviera al mar. El cuerpo del pequeño Lester fue hallado dos días después, a la vez que se descubría un gran agujero en la malla. Los ataques, ayudados por la amplia cobertura que les dio la prensa, hicieron cundir el pánico, provocando un éxodo masivo de los veraneantes. Docenas de tiburones fueron capturados por pescadores que buscaban la recompensa ofrecida, pero ninguno resultó ser el que buscaban. Sin embargo, el día 14, un pescador aficionado llamado Michael Schleisser mató a un tiburón blanco (Carcharodon carcharias) que había quedado enredado en la red que usaba para pescar pegándole con un remo. Llevado a tierra, resultó ser una hembra joven que medía unos 2'3 metros de largo y pesaba 147 kilos. En su estómago se hallaron restos humanos, con lo que se dio por sentado que era el responsable de los ataques. Así se anunció públicamente, y como no volvió a haber ataques (aunque en eso también influyó el hecho de que las playas ahora estaban desiertas) la gente acabó por calmarse. No obstante, el caso quedó profundamente grabado en el imaginario popular, que empezó a ver a los tiburones como devoradores de personas, e inspiró la novela de Peter Benchley Tiburón, que más tarde Steven Spielberg llevaría al cine. Hoy en día, no obstante, la mayoría de los expertos creen que, si bien fueron tiburones oceánicos como el blanco los responsables de las dos primeras muertes, los ataques del río Matawan fueron obra de uno o varios tiburones diferentes, posiblemente tiburones toro (Carcharhinus leucas), una de las pocas especies de tiburón capaces de adaptar su metabolismo para permanecer períodos prolongados en agua dulce.

El leopardo de Panar
El leopardo de Panar

Uno de los más prolíficos devoradores de personas de que se tienen noticia fue un leopardo que durante años, en los comienzos del siglo XX, aterrorizó la región de Panar, en el distrito de Almora (en lo que hoy en día es el estado indio de Uttarakhand). Se le atribuyen no menos de 400 víctimas, a pesar de que en su época la prensa británica apenas se hizo eco de él (seguramente, por la remota y aislada localización de Almora). El famoso cazador Jim Corbett supo de él en 1907, mientras daba caza a la tigresa de Champawat, y en 1910 salió en su persecución, hasta dar con él y lograr abatirlo. En este caso, Corbett creía que el animal tenía alguna herida o enfermedad que le impedía cazar sus presas habituales y se había aficionado a cazar seres humanos haciendo presa en los cadáveres y moribundos abandonados en la jungla durante una epidemia de cólera sucedida poco antes de los primeros ataques del leopardo. Años más tarde, Corbett volvería a la región para dar caza a otro famoso leopardo asesino: el leopardo de Rudraprayag.

El leopardo del Valle de Mulher
Leopardo indio (Panthera pardus fusca)

En 1903, un empleado del Imperial Forestry Service llamado L. S. Osmaston anunció haber abatido a un leopardo que se había cobrado la vida de al menos treinta personas en el valle de Mulher, en el distrito indio de Nashik, entre 1901 y 1902. Osmaston realizó varias batidas, sin éxito, hasta que en marzo de 1902 tuvo que dejar la región por motivos de trabajo. Volvió a la zona en noviembre de ese año y reanudó sus intentos de acabar con el animal. El 3 de diciembre, el leopardo mató en Wadai a un chico de 15 años que ya había sobrevivido a un ataque suyo y se llevó su cuerpo a una zona de hierba alta, donde comenzó a devorarlo. Osmaston siguió su rastro hasta dar con el cuerpo y preparó una emboscada, escondiéndose en una carreta cubierta de maleza  en cuyo interior esperó pacientemente que el animal volviera a devorar el resto del cadáver. El cazador oyó al leopardo acercarse al caer la tarde, pero no fue hasta que hubo oscurecido cuando el animal se acercó al cuerpo. Entonces, en cuanto lo tuvo a tiro, Osmaston disparó los dos cañones de su rifle, hiriendo al animal. Ya de día, siguió su rastro, hasta hallarlo, herido pero vivo, y pudo rematarlo. Osmaston creía que el animal se había aficionado a cazar personas tras la hambruna que asoló la región en los años 1899 y 1900, y que seguramente había comenzado alimentándose de enfermos y moribundos. Además, también sospechaba que, aparte de los treinta muertos y once heridos de Nashik, también era el responsable de otros ataques en los vecinos distritos de Dhule y Dhang.

El oso de Mysore
Melursus ursinus

El oso bezudo o perezoso (Melursus ursinus), presente en todo el subcontinente indio, no es un animal que destaque por su ferocidad. Aunque a veces se le ha visto cazando, suelen preferir las frutas y las hormigas. Los casos de ataques a humanos son rarísimos, pero sin embargo, en 1957, uno de estos osos aterrorizó el distrito hindú de Mysore. No se sabe a ciencia cierta qué convirtió a este oso en un cazador de personas. Los aldeanos de la región contaban que el oso trató de llevarse a una joven de una aldea para convertirla en su esposa y que al impedírselo los demás aldeanos se enfureció y empezó a atacar a las personas. Posiblemente se tratase de un ejemplar herido o hambriento, o de una hembra que hubiese perdido a sus cachorros. Los primeros ataques tuvieron lugar en las colinas de Navgara, al oeste de la ciudad de Arsikere. El oso se escondía en las colinas de la zona y bajaba a la llanura en busca de presas. Poco a poco, sus ataques se volvieron más y más osados. Además, destacaba su insólita ferocidad: la mayoría de las víctimas eran atacadas en rostro y cabeza; a menudo las que sobrevivían quedaban horriblemente desfiguradas. Fue un habitante de la zona, un anciano llamado Alam Bux, el que solicitó la ayuda del afamado cazador Kenneth Anderson, después de que el oso hubiese matado a su hijo. Anderson creyó que la caza del oso iba a ser sencilla y se presentó en el lugar sin apenas equipo; pero después de toda una noche buscando al animal sin resultado, volvió a Bangalore pidiendo que le avisasen en caso de un nuevo ataque. Un mes después, el oso atacó a dos leñadores del pueblo de Sakrepatna (uno de los cuales murió) y Anderson fue de nuevo requerido. Tras desplazarse a la zona y ser notificado de un nuevo ataque, se internó sólo en la selva siguiendo el rastro del oso, pero al encontrar a la otra víctima del ataque, gravemente herida, desistió de la persecución y trató de salvarlo. Lamentablemente, el hombre murió y Anderson, con un fuerte esguince de tobillo, tuvo de nuevo que darse por vencido. Una semana después, ya recuperado, Anderson volvió a Sakrepatna, donde le informaron de que el oso había sido visto en unos campos de cultivo a unas tres millas del pueblo. Pasada la medianoche del día siguiente, tras hacer guardia durante varias horas, Anderson lo mató disparándole en el pecho. El oso había matado a doce personas (a tres de ellas además las devoró parcialmente) y herido a dos docenas más. En su libro Man-Eaters and Jungle Killers, Anderson dedicaría un capítulo al oso de Mysore, inclinándose por la teoría de que el oso había sido previamente herido por humanos, lo que había alterado su comportamiento. Por cierto, Baloo, el oso de El libro de la selva, también era un bezudo.

miércoles, 21 de enero de 2015

El monstruo de Flatwoods


Uno de los casos de apariciones de seres extraños más famosos de la historia moderna es el llamado Monstruo de Flatwoods (también llamado el Monstruo del Condado de Braxton o el Fantasma de Flatwoods), un suceso asociado desde hace décadas a la critpozoología y al fenómeno OVNI.
Todo comenzó la tarde del 12 de septiembre de 1952 a las afueras del pueblo de Flatwoods, en el condado de Braxton (Virginia Occidental). A eso de las siete y cuarto de la tarde, tres niños, los hermanos Edward (13 años) y Fred (12) May y su amigo Tommy Hyer (10) fueron testigos de la aparición de un objeto muy brillante que cruzó el cielo a gran velocidad y que les pareció que tomaba tierra a cierta distancia, en los terrenos de un granjero llamado G. Bailey Fisher. Los tres pequeños corrieron a casa de los May y contaron lo que habían visto. La madre de los hermanos, Kathleen May, decidió acercarse al lugar para ver de qué se trataba, y lo hizo acompañada de tres jóvenes vecinos: Ronnie Shaver (10), Neil Nunley (14) y Eugene "Gene" Lemon, de 17 y recién alistado en la Guardia Nacional.
Cuando llegaron al lugar en el que los niños habían visto aquel objeto brillante y subieron una pequeña colina, los cuatro se sorprendieron al observar a cierta distancia una luz roja pulsante. También afirmaron haber encontrado una extraña niebla que les provocó escozor en nariz y ojos. Enconces, Lemon creyó ver algo a su derecha, bajo un roble, y al enfocar hacia allí su linterna pudieron ver a la criatura.
Según la describieron los testigos, este ser medía alrededor de tres metros de altura y tenía una cabeza en forma de as de picas, con dos ojos redondos y brillantes. La señora May afirmó que tenía pequeños brazos que se proyectaban hacia el frente y terminados en pequeñas garras. El resto de su cuerpo quedaba oculto por una amplia capa o faldón de color verde que llevaba puesto el ser. Cuando la luz de la linterna lo enfocó, aquel ser emitió un agudo chillido y comenzó a deslizarse en silencio hacia ellos, como si flotara en el aire, para luego cambiar de dirección y alejarse hacia la luz roja. En ese momento los cuatro testigos, presas del pánico, huyeron.


De vuelta en su casa, la señora May llamó inmediatamente al sheriff local, Robert Carr, y a A. Lee Stewert, copropietario del periódico local, el Braxton Democrat. Stewert, tras hablar con los testigos, acudió esa misma noche al lugar del avistamiento, acompañado de Lemon, pero no encontraron ninguna huella o indicio, aunque Stewert afirmó haber percibido un fuerte olor a metal caliente. El sheriff Carr y su ayudante Burnell Long también registraron la zona, sin hallar nada. A la mañana siguiente, Stewert regresó al lugar y halló dos marcas paralelas en el barro y restos de un líquido viscoso, que dedujo que eran restos de un aterrizaje de algún tipo. En realidad, como se aclararía más tarde, las marcas las había provocado una furgoneta Chevrolet de 1942, propiedad de un vecino llamado Max Lockard, que se había enterado de la aparición y había ido a echar un vistazo unas horas antes. Pero la noticia ya estaba en la prensa y el llamado "monstruo de Flatwoods" no tardó en convertirse en un personaje del acervo popular de la región y en uno de los casos destacados de los llamados "investigadores de lo oculto", quienes a lo largo de los siguientes años y décadas plantearon todo tipo de hipótesis, a cuál más enrevesada, generalmente asociando a la criatura con algún tipo de actividad extraterrestre. Como suele ser habitual en estos casos, una vez se hizo público el suceso no tardaron en aparecer otros testigos que afirmaban haber visto la misma criatura o alguna similar, e incluso los que afirmaban haber visto platillos volantes aterrizando en la zona. También se dijo que varios de los testigos de la aparición sufrieron posteriormente secuelas como picor de garganta, vómitos e incluso convulsiones.
Durante décadas, el caso del monstruo de Flatwoods se siguió mencionando como un ejemplo clásico de "encuentro en la tercera fase" con seres de origen extraterrestre. Hasta que en el año 2000, un investigador llamado Joe Nickell, perteneciente a una organización llamada CSICOP (Committee for the Scientific Investigation of Claims of the Paranormal), dedicada a investigar con un criterio racional y crítico sucesos atribuidos a motivos paranormales, decidió revisar a fondo el incidente.
Lo primero que había que explicar era la brillante luz que los niños May y Tommy Hyer habían visto al atardecer del día 12. No fue difícil encontrarle una explicación racional; bastó echar un vistazo a las hemerotecas para descubrir que esa noche, a la hora aproximada en que los niños dijeron haber visto esa luz, un meteoro de una intensidad poco común había sido observado cruzando los cielos de los estados de Maryland, Pennsylvania y Virginia Occidental. Era tal la magnitud del fenómeno, que incluso se habían producido llamadas a las autoridades de personas que creían que se trataba de un avión en llamas que se había estrellado cerca del río Elk, a apenas 20 kilómetros de Flatwoods. La luz roja pulsante que declaraban haber visto los testigos antes de ver al monstruo también tenía una explicación pausible: se trataba de las balizas de posición de una aeronave que algunos habitantes de la zona habían visto más o menos por aquella hora.
Queda por explicar el monstruo. ¿Qué era aquel extraño ser que había asustado de tal manera a los cuatro habitantes de aquel pacífico pueblo? Pues bien, la teoría de Nickell es, cuanto menos, sorprendente: el monstruo de Flatwoods era ni más ni menos que una lechuza común (Tyto alba) que se encontraba posada sobre una de las ramas del roble. Despojando la narración de sus elementos subjetivos, la descripción se asemeja notablemente a la de una lechuza: la forma de la cabeza, los ojos redondos, los brazos cortos y delgados terminados en garras que había descrito la señora May (que se corresponderían con las patas de la lechuza)... Y lo que ellos habían creído que era el cuerpo de aquel ser cubierto por una capa o túnica verde oscuro era en realidad el follaje y la maleza que había bajo el roble, que había llevado a confusión a los testigos creando la ilusión de que había un cuerpo debajo de aquel extraño rostro. Incluso el chillido agudo y la reacción de aquel ser, desplazándose hacia ellos y luego cambiando bruscamente de dirección, se corresponden con el comportamiento de una lechuza.

Tyto alba
Pero seguramente aquella gente había visto lechuzas antes. ¿Cómo habían podido equivocarse de tal manera? La opinión de Nickell es que en aquel momento, aquellas cuatro personas estaban en un estado de ánimo altamente excitable. El relato que los tres niños les habían contado, la oscuridad, el miedo a lo desconocido, les hacía ser fácilmente sugestionables. Habían entrado en un estado próximo al histerismo e, incapaces de reaccionar de manera racional, habían creído ver un monstruo donde sólo había una inocente lechuza. Esta explicación daba respuesta también a otro de los acontecimientos extraños de aquella noche: el escozor que habían sentido en boca y ojos, y los efectos secundarios (vómitos, dolores de cabeza...) que habían sufrido. Unos síntomas que son similares a los causados por la exposición a agentes químicos, pero que también se han descrito habitualmente asociados a ataques de histeria o a traumas, tanto físicos como psicológicos. El resto de indicios y de supuestos testigos se explicaban como malentendidos, errores de apreciación o, simplemente, gente con afán de notoriedad.
Aunque hoy en día parece que a pocos les interesa aceptar una explicación tan convencional y poco "misteriosa" del asunto. De hecho, la historia del monstruo es el principal atractivo turístico del pueblo e incluso hay un festival anual que dura un fin de semana completo, con actuaciones musicales, visitas al "Museo del Monstruo" y excursiones por el lugar del avistamiento. La popularidad del Monstruo es tal que incluso ha servido de inspiración en algunos videojuegos.

Space Harrier
Amagon
Tumblepop

lunes, 19 de enero de 2015

El rescate de la Soyuz 23


El 14 de octubre de 1976 partía del cosmódromo kazajo de Baikonur la nave Soyuz (Unión) 23, con destino a la estación espacial militar Salyut (Saludo) 5. A bordo, dos tripulantes: el coronel Vyacheslav Dmitriyevich Zudov, como comandante de la misión, y el ingeniero de vuelo Valeri Ilich Rozhdestvensky. Estaba previsto que permaneciesen entre 70 y 80 días en la Salyut, realizando una serie de experimentos científicos y técnicos.

Salyut 5
La primera parte de la misión transcurrió sin novedad. Pero cuando la Soyuz estaba a apenas unas decenas de metros de la Salyut, el sistema Iglá de telemetría para el atraque automático sufrió una avería. Un sensor defectuoso indicó erróneamente que el módulo no llevaba aceleración lateral, con lo que la nave encendió uno de sus cohetes de manera automática tratando de compensar la trayectoria, desviándose casi 100 metros de su rumbo. Ese impulso imprevisto dejó a la nave sin combustible suficiente para intentar la maniobra de forma manual (la tripulación, además, había sido entrenada para realizar de forma manual el atraque, pero no la maniobra de aproximación), por lo que se decidió abortar la misión y traer de vuelta a los cosmonautas. Pero ya habían perdido la ventana de reentrada para aquel día, por lo que tuvieron que esperar al día siguiente, lo cual les dejaba en una posición algo problemática, ya que las baterías de la Soyuz tenían energía sólo para dos días. Por ello, se vieron obligados a apagar todos los sistemas no esenciales de la nave, incluida la radio, para ahorrar energía.
La Soyuz 23 volvió a la Tierra pasadas las ocho de la tarde del día 16 de octubre. Y lo hizo en medio de una violentísima tormenta de nieve, con temperaturas de -22º y vientos muy fuertes, que desviaron la nave de su rumbo. En lugar de aterrizar en Baikonur, como estaba previsto, cayó a tierra 150 kilómetros al noreste del cosmódromo, sobre la superficie del lago Tengiz. La capa de hielo que cubría el lago no resistió el peso de la nave y se rompió. No habría sido un problema, ya que la Soyuz estaba diseñada para que pudiera flotar, pero el paracaídas de descenso se llenó inmediatamente de agua y su peso hundió la cápsula casi por completo. La válvula que les hubiera permitido tomar aire fresco del exterior había quedado bajo el agua y tuvieron que mantenerla cerrada. Tampoco podían salir: la escotilla estaba casi completamente bajo la superficie. Si la abrían, el módulo podía inundarse y hundirse antes de darles tiempo a salir. Y aunque hubieran logrado salir, con las temperaturas extremas del exterior y sin forma de calentarse, hubieran muerto por congelación en cuestión de minutos. Así que tuvieron que quedarse en el interior de la nave, esperando a que los rescataran y apagando todos los sistemas (incluida la calefacción), excepto una pequeña luz, para reservar la escasa energía para el sistema de purificación del aire. Además, la radio dejó de funcionar al poco de aterrizar, lo que los dejó incomunicados.


El rescate no iba a ser en modo alguno sencillo. Las pésimas condiciones climatológicas hacían difícil ver las balizas de señalización de la nave e impedían la llegada de los helicópteros. Intentaron llegar hasta ellos con balsas de goma, pero el hielo y el lodo les impedían avanzar. Y cuando probaron con vehículos anfibios, éstos quedaban encallados en los pantanos que rodeaban el lago. No fue hasta la mañana siguiente en que el tiempo mejoró lo suficiente para que un helicóptero, pilotado por uno de los mejores pilotos del ejército ruso, llegara hasta el lugar donde se encontraban. Una vez allí, varios buceadores saltaron al agua y lograron enganchar a la cápsula un cable. Sin embargo, la Soyuz era demasiado pesada para que el helicóptero pudiera levantarla, por lo que tuvo que arrastrarla sobre la superficie del lago durante seis kilómetros, hasta llegar a tierra firme. Una vez allí, Zudov y Rozhdestvensky salieron al exterior tranquilos y sonrientes, pese a haber pasado casi doce horas atrapados soportando bajísimas temperaturas y el riesgo de quedarse sin energía y asfixiarse (algunos de sus rescatadores temían que ya estuviesen muertos). Ambos serían condecorados posteriormente. No volverían al espacio, aunque Zudov fue suplente en otras dos misiones Soyuz. Las autoridades soviéticas decidieron a raiz de este suceso la creación de un grupo especial de rescate, preparado para intervenir en todo tipo de condiciones adversas.

Rozhdestvensky y Zudov, tras ser rescatados

sábado, 17 de enero de 2015

Transylvania, la colonia frustrada



El 5 de noviembre de 1768, representantes de las Seis Naciones de los indios iroqueses (cayuga, mohawk, oneida, onondaga, seneca y tuscarora) firmaban con los británicos el Tratado de Fort Stanwix, cediéndole a la corona británica una amplia extensión de tierra al sur del río Ohio hasta el río Tennessee a cambio de algo más de 10000 libras. El problema es que esos territorios no eran sólo suyos; shawnees y cherokees también tenían derechos de caza y ocupación sobre ellos. y aunque los cherokees negociaron con los británicos por su cuenta y lograron un arreglo, los shawnees se negaron y comenzaron a atacar a los colonos que intentaban asentarse en aquella región. Hubo que llegar a las armas y tras la derrota shawnee en la llamada Guerra de Lord Dunmore (1774), los indios cesaron sus reclamaciones.
En agosto de 1774, un juez y especulador de Carolina del Norte llamado Richard Henderson creó junto a otros ocho potentados norcarolinos (Thomas Hart, John Williams, William Johnston, Nathaniel Hart, John Luttrell, James Hogg, David Hart y Lend Henly Bullock) una sociedad llamada Richard Henderson and Company, que tenía como objetivo la compraventa de tierras. La compañía se renombró poco después como The Louisa Company y, ya en enero de 1775, como Transylvania Company. El objetivo final de la compañía era hacerse con las suficientes tierras como para formar una nueva colonia, con un estatus similar al de las otras trece colonias británicas de Norteamérica. Por eso, en marzo de 1775, Henderson se reunió con una delegación de los cherokees en Sycamore Shoals, de la que formaban parte los jefes Attakullakulla y Oconostota, y tras negociar con ellos, firmó el día 14 de marzo el llamado Tratado de Sycamore Shoals, por el cual los cherokees cedían a la compañía una inmensa franja de terreno al sur del río Ohio, comprendida ente los ríos Cumberland, Holston y Kentucky y los montes Cumberland. En total, veinte millones de acres (81000 km2) a cambio de 50000 dólares de Virginia (unos 60 centavos el kilómetro cuadrado). Un área que comprende más de la mitad de la superficie del actual estado de Kentucky y parte de Tennessee.
El problema de la transacción es que no era del todo "legal". La Real Proclamación de 1763 prohibía expresamente que ciudadanos particulares comprasen tierras a los indios, así como el establecimiento de colonias no autorizadas por la corona británica. Y también vulneraba las Cartas de Concesión Colonial de Virginia y Carolina del Norte, fronterizas con el territorio adquirido, en las que se decía que a ambas colonias se les concedían las tierras "de mar a mar" (es decir, que las regiones interiores más allá de sus fronteras también les corresponderían en caso de convertirse en territorio inglés). Además, los cherokees no tenían potestad para vender esos territorios, ya que las autoridades británicas no les reconocían su propiedad y otras tribus, como los shawnees, todavía conservaban derechos de caza sobre ellos. Pero Henderson y los suyos tenían un as en la manga. En 1757 se había hecho pública la llamada sentencia Pratt-Yorke, así llamada por sus responsables, Charles Pratt (Procurador General para Inglaterra y Gales) y Charles Yorke (Abogado General para Inglaterra y Gales), dos de los más altos oficiales de la justicia real británica. La sentencia, en respuesta a una reclamación de la Compañía Británica de las Indias Orientales, concluía que los territorios adquiridos a través de acciones militares del ejército inglés pasaban a ser propiedad de la corona, pero aquellos adquiridos por la Compañía mediante acuerdos o tratados comerciales, aunque pasaban a estar bajo soberanía británica, eran propiedad de la Compañía. La Transylvania Company aspiraba a aplicar en Norteamérica este precedente y a que su adquisición fuera reconocida por las autoridades.
Sin esperar una respuesta, Henderson contrató al famoso cazador y explorador Daniel Boone para guiar a un grupo de leñadores para que abrieran un sendero a través del bosque hasta el río Kentucky. El grupo, de unos treinta hombres, tuvo que soportar condiciones de trabajo muy duras y el acoso constante de los shawnees, pero al final terminaron el sendero (que se llamaría Wilderness Road) y lograron llegar al río, en cuya orilla se fundó Boonesborough, el primer asentamiento de la zona y futura capital de la colonia de Transylvania, al que no tardarían en seguirle otros como Harrodsburg.


Cuando Henderson llegó a la zona, en mayo de 1775, el número de colonos era todavía muy bajo; en Boonesborough mismo sólo había un centenar de personas. Los colonos vivían en condiciones bastante precarias, soportando las hostilidades de los indios y la escasez de suministros. Por eso, Henderson reclamó el envío de delegados desde los demás asentamientos (algunos no reconocieron la autoridad de la Compañía y se anexionaron más tarde al Condado de Kentucky, dependiente de Virginia). Tras una reunión de tres días, Henderson y los representantes de los colonos firmaron el llamado Pacto de Transylvania, donde se acordó la formación de un gobierno provisional, con una cámara legislativa y un tribunal de justicia. A continuación, sabedores del inicio de la Guerra de Independencia y mostrándose partidarios de los sublevados, las autoproclamadas autoridades de Transylvania enviaron a James Hogg como delegado al Segundo Congreso Continental, la reunión de representantes de las trece colonias de la que habría de salir en junio de 1776 la Declaración de Independencia, que estaba reunido en Philadelphia. Su objetivo era lograr el reconocimiento como 14ª colonia y su admisión en el Congreso, pero la rotunda oposición de Virginia y Carolina del Norte, que reclamaban su jurisdicción sobre esos territorios, lo impidió.
En junio de 1776, la Asamblea General de Virginia decretó que la Transylvania Company carecía de autoridad para representar a los colonos de la zona. En diciembre de ese año, la región fue asignada al Condado de Kentucky y en noviembre de 1778, la Asamblea de Virginia declaró definitivamente nulos los títulos de propiedad de la compañía, a la que compensó otorgándole una concesión de 12 millas cuadradas (31 km2) en la confluencia de los ríos Ohio y Green.
Henderson no se rindió y lo intentó de nuevo; en 1779 contrató al reconocido explorador James Robertson para que recorriese la cuenca del río Cumberland como paso previo al establecimiento de una nueva colonia. Robertson, al frente de un grupo de colonos, fundó el primer asentamiento en la zona, al que llamó Fort Nashborough, que fue el embrión de lo que hoy es la ciudad de Nashville. Pero de nuevo se topó con las autoridades, en esta ocasión las de Carolina del Norte, quienes en 1788 no reconocen la validez de los derechos de la Transylvania Company en aquella región, y la asigna al Condado de Tennessee, compensando a la compañía de Henderson con 200000 acres de terreno.

Bandera del estado de Kentucky
El Condado de Kentucky, con el añadido de los territorios reclamados originariamente por la Transylvania Company, se convertiría en 1792 en el 15º estado de los EEUU, tras las trece colonias originales y Vermont. Cuatro años después le seguiría Tennessee.

jueves, 15 de enero de 2015

Stephen Glass, el farsante

Stephen Glass

En 1995, la revista norteamericana The New Republic contrataba a un joven de 23 años llamado Stephen Glass, recién licenciado en la Universidad de Pennsylvania. Primero como un simple ayudante de edición, pero enseguida consiguió una oportunidad como articulista y empezó a publicar reportajes, destacando muy pronto como uno de los periodistas estrella de la publicación. Joven, brillante, audaz, sus reportajes destacaban por su pulso narrativo, ágiles, amenos, no exentos de humor, tratando temas de interés general.
Glass, nacido en Highland Park, una ciudad-dormitorio de Chicago, el 15 de septiembre de 1972, había sido editor del periódico del campus de la Universidad de Pennsylvania, The Daily Pennsylvanian. Dos sucesos destacaban en esa etapa: el robo de una edición entera del periódico, a manos de un grupo de estudiantes descontentos con su línea editorial, y el llamado "incidente del búfalo de agua" (una controversia sobre un alumno acusado de conducta racista por llamar "búfalos de agua" a un grupo de alumnas afroamericanas), que atrajo la atención de los medios nacionales sobre el campus y le permitió a Glass establecer sus primeros contactos con el mundo del periodismo profesional.
A la vez que trabajaba para The New Republic, Glass también escribía artículos para otras conocidas revistas, como Rolling Stone, Harper's Magazine, George o Policy Review. Su éxito fue tal que con 25 años ya había sido ascendido a editor asociado. Sin embargo, algunos de sus compañeros albergaban dudas sobre sus trabajos. Incluso el propietario de TNR, Martin Peretz, reconoció más tarde que su propia esposa había dejado de leer los reportajes de Glass porque los consideraba poco creíbles.
Estas sospechas se vieron fortalecidas cuando la revista comenzó a recibir quejas de algunas de las personas mencionadas por Glass en sus reportajes. En diciembre de 1996, Glass publicó un artículo titulado "Hazardous to Your Mental Health"en el que criticaba muy duramente a una organización de consumidores llamada Centre for Science in Public Interest (CSPI), que defendía mayores controles sanitarios sobre los productos alimentarios, a los que Glass tachaba de alarmistas y fanáticos. La CSPI envió a la revista una carta en la que señalaba las múltiples incorrecciones en las que Glass había incurrido, e incluso sugiriendo un posible plagio. En su artículo "Don't You D.A.R.E.", publicado en marzo de 1997, Glass cargaba contra el llamado Drug Abuse Resistance Education (D.A.R.E.), un programa educativo que perseguía reducir el consumo de drogas y la criminalidad entre los adolescentes. La organización responsable del programa acusó al periodista de mentir. Poco después, Joe Galli, del Comité Nacional Republicano, y David Keene, de la Unión Conservadora Americana, escribieron sendas cartas de protesta acusando a Glass de inventarse el contenido de su artículo "Spring Breakdown", en la que describía toda una serie de conductas inapropiadas (que incluían borracheras y prostitutas) durante la celebración de una convención de políticos conservadores. Y una conferencia del expresidente norteamericano George Bush en la Universidad de Hofstra fue el origen de un artículo titulado "Peddling Poppy" que suscitó una carta de protesta de la Universidad en la que se enumeraban los numerosos errores cometidos por Glass. En todos estos casos, la revista respondió cerrando filas y respaldando a su periodista, pero la acumulación de reclamaciones acabó por minar la credibilidad de Glass.

Portada del ejemplar del 18 de mayo de 1998 de "The New Republic"
El caso que dio la puntilla a la carrera de Stephen Glass fue el de su artículo "Hack Heaven", publicado en el ejemplar del 18 de mayo de 1998. Era la historia de Ian Restil, un hacker de tan sólo 15 años que, tras colarse en el sistema informático de una empresa de software llamada Jukt Micronics, había sido contratado por ésta como experto en seguridad. El artículo llamó la atención de Adam Penenberg, reportero de la revista Forbes, quien llevado por la curiosidad se puso a investigar los hechos allí narrados, pero fue incapaz no ya de confirmarlos, sino de probar que la empresa o las personas mencionadas en él fueran reales. Cuando Penenberg comunicó los resultados de su investigación a la revista, Glass se defendió diciendo que había sido engañado. Pero Charles Lane, director de TNR, viajó con él al hotel Wyatt de Bethesda (Maryland), y descubrió que el día que según Glass se habían reunido allí Restil y los directivos de Junk Micronics, la sala en que se habría producido tal reunión había estado cerrada. Glass no pudo aportar ninguna prueba de la existencia de Junk Micronics más que una página web de aspecto sospechosamente burdo para una empresa de informática (según se sabría más tarde, él mismo la había creado) y un número de teléfono de California que resultó ser el de su hermano, que estudiaba en la Universidad de Stanford. Ante esto, Lane decidió despedir a Glass y ordenar una exhaustiva revisión de todos y cada uno de los trabajos publicados por él en los tres años que había trabajado para la revista.
Los resultados de la auditoría fueron demoledores. De los 41 artículos publicados por Glass en The New Republic, 27 contenían datos inventados. Algunos mezclaban datos reales con otros ficticios, otros como "Hack Heaven" eran completas invenciones. De los otros 14, Lane creía que seguramente también contenían falsedades, pero no habían logrado demostrarlo. Los demás artículos que Glass escribió para otros medios también fueron revisados; no se pudo confirmar que fueran falsos pero la mayoría de ellos contenían informaciones que no se pudieron verificar por tratarse de fuentes anónimas.
Tras dejar el periodismo, Glass se licenció en derecho magna cum laude por la Universidad de Georgetown. No obstante, pese a aprobar el reglamentario examen el Comité de Abogados de Nueva York no le concedió permiso para ejercer la abogacía en el estado, dados sus antecedentes. En 2003, a la vez que Glass publicaba The Fabulist, una novela autobiográfica, su historia era llevada al cine en la película El precio de la verdad (Shattered Glass, Billy Ray), protagonizada por Hayden Christensen. También en 2003 hizo un breve regreso al periodismo con un artículo publicado en Rolling Stone sobre las leyes canadienses relativas al consumo de marihuana.


Posteriormente, Glass se mudó a Los Ángeles, donde trabajó como asistente en un despacho de abogados, y también formó parte de una compañía de actores cómicos llamada Un-Cabaret. En 2009, solicitó el permiso para ejercer la abogacía en California, que le fue de nuevo denegado por no ajustarse a los "requisitos éticos requeridos por el Colegio de Abogados de California". En los años siguientes presentó varias alegaciones y recursos ante distintos tribunales contra esa decisión. La última de esas resoluciones, emitida por el Tribunal Supremo de California en enero de 2014, concluye que Glass no ha demostrado haberse reformado y, por lo tanto, confirma la decisión del tribunal examinador de no permitirle ejercer como abogado en California.
El pasado 10 de noviembre, Stephen Glass volvió a las páginas de The New Republic, no como periodista sino como entrevistado. En un amplio reportaje, Glass pide disculpas por sus actos a la revista y a sus lectores, y habla de su vida antes, durante y después del escándalo.
http://www.newrepublic.com/article/120145/stephen-glass-new-republic-scandal-still-haunts-his-law-career

martes, 13 de enero de 2015

La riada de cerveza de Londres

La cervecera Henry Meux & Co. (c. 1810)

A principio del siglo XIX, la parroquia de St. Giles, en lo que hoy es el municipio de Camdem, era una de las zonas más pobres del área metropolitana de Londres. En los barrios que la formaban campaban a sus anchas la pobreza y la miseria, y en algunos de ellos, como The Rookery o Seven Dials, florecían el crimen y la prostitución. Veinte mil personas, buena parte de ellas católicos de origen irlandés, vivían allí en condiciones deplorables, a menudo hacinadas en casas viejas llenas de grietas y humedades.
En St. Giles también estaba la Henry Meux and Company Brewery, sita en Bainbridge Street, al lado mismo de la Tottenham Court Road (que hoy en día es una de las principales calles de Londres). Se trataba de una gran empresa cervecera cuyos orígenes se remontaban a una taberna fundada en 1623 que había dado paso a una fábrica de cerveza a gran escala en 1764 (con el nombre de Horse Shoe Brewery) y que había sido comprada por Henry Meux en 1809. Era la quinta mayor cervecería de Londres y producía cada año más de 100000 barriles (un barril equivalía a 136'27 litros) de cerveza porter. Fue esta fábrica de cerveza la causante de una de las más insólitas tragedias de las que se tienen noticia.


El 17 de octubre de 1814, a eso de las 4 y media de la tarde, George Crick, secretario del almacén, se dio cuenta de que uno de los grandes aros de hierro que ceñían una enorme tina de madera donde fermentaban más de 600000 litros de cerveza se había desplazado de su posición. Crick no le dio mucha importancia; llevaba 17 años trabajando en la compañía y lo había visto más veces. Advirtió de ello al gerente, al cual tampoco le preocupó en demasía y le recomendó que se lo comunicara a un empleado para que lo arreglase más tarde.
A eso de las cinco y media de la tarde, cuando Crick estaba en su oficina, en la parte alta de la fábrica, oyó de repente una explosión como nunca antes había oído. Debido a un exceso de presión interna, provocado por los gases de la fermentación, y al mal estado en el que se encontraba, la enorme tina había estallado. La explosión destrozó también otra enorme tina situada al lado de la afectada, que también dejó escapar miles y miles de litros de cerveza, y la riada resultante provocó una reacción en cadena que reventó varios toneles más. Se calcula que en total se liberaron de golpe en torno a 323000 galones imperiales de cerveza (aproximadamente millón y medio de litros). Un torrente de cerveza que llegó a superar los tres metros de altura se desbordó por las callejuelas aledañas, arrasando cuanto hallaba a su paso. Sin alcantarillado, sin sistemas de drenaje, la oleada inundó casas y negocios, provocando incluso el derrumbamiento de varias de las edificaciones más endebles, dejando a su paso un reguero de muerte y destrucción. Los propios habitantes del barrio se lanzaron al rescate de las víctimas, removiendo los escombros. Pero para algunos ya era demasiado tarde. Ocho personas habían muerto ahogadas o a causa de las heridas provocadas por los derrumbes. En un sótano en el que se estaba velando a un niño de dos años muerto el día anterior se ahogaron cinco personas: Ann Saville (la madre del niño), Elizabeth Smith, Catherine Butler, Mary Mulvey y el hijo de ésta, Thomas, de sólo tres años de edad. Hannah Banfield, de cuatro años, fue arrastrada por la corriente mientras tomaba el té con su madre. Eleanor Cooper, de 15 años, murió aplastada al derrumbarse un muro del Tavistock Arms Pub, donde trabajaba como camarera. Sean Duggins, vecino del barrio, también murió ahogado (fue el único varón adulto de entre las víctimas).
De inmediato se abrió una investigación sobre lo sucedido. Sólo dos días después de la tragedia se formó un jurado encargado de desentrañar las causas del accidente y sus responsables. Tras visitar el lugar de los hechos y escuchar los testimonios de vecinos y empleados de la cervecería, el jurado sorprendentemente concluyó que se había tratado de un "acto de Dios", un suceso imprevisible y fortuito del que nadie tenía la culpa, y que por lo tanto la cervecera quedaba exenta de pagar los daños producidos y de indemnizar a las víctimas y sus familias.
Pese a librarse de pagar, la cervecera había quedado en una complicada situación económica: las pérdidas, sumando el valor de la cerveza perdida y los daños en sus instalaciones, ascendían a más de 23000 libras. En su ayuda acudió el Parlamento británico, que pese a que no había tomado medidas para ayudar a los afectados (hasta el punto de que los entierros de las víctimas se pagaron gracias a las aportaciones de los vecinos de St. Giles) si que se movió para echar una mano a la Meux, devolviéndole 7250 libras de los impuestos y tasas de la cerveza perdida, que había pagado por adelantado. Esa inyección económica salvó a la empresa de la bancarrota,
La Meux desapareció en 1964, cuando fue adquirida por la Allied Breweries (por aquel entonces, tras varias fusiones, se llamaba Friary Meux). La factoría de Bainbridge Street fue demolida en 1922; hoy en día el Dominion Theatre ocupa parte del espacio donde se encontraba.

domingo, 11 de enero de 2015

La batalla de Tigranocerta


Mitrídates VI Eupator (el Grande) , rey del Ponto, en Asia Menor, había heredado de su padre Mitrídates V Evergetes la ambición y el afán de conquista de nuevos territorios. Pero mientras Mitrídates V había sido un buen aliado de Roma, a su revoltoso hijo no le importaba agrandar sus posesiones con tierras conquistadas a sus vecinos, como Bitinia y Galatia, que por aquel entonces eran protectorados romanos. Estas acciones molestaban sobremanera a los romanos, pero lo que verdaderamente colmó la patientia de Roma fue la campaña que en el 88 a. C. llevó a cabo por la península de Anatolia. Bitinia, Galatia, Capadocia y la provincia romana de Asia (lo que vendría a ser la mitad occidental de la Turquía de hoy) fueron arrasadas y saqueadas, y 80000 ciudadanos romanos, pasados por las armas.

Mitrídates VI (132-63 a.C.)
De inmediato, los romanos enviaron tropas para combatir a Mitrídates, quien contaba con el apoyo de su yerno, Tigranes II (también llamado el Grande), rey de Armenia. Un ejército romano, al mando del cónsul Lucio Cornelio Sila, desembarcó en Grecia para combatir a las polis que se habían posicionado a favor del rey del Ponto (especialmente, Atenas, que fue sitiada y conquistada) y derrotó a las tropas de Arquelao, comandante de los ejércitos de Mitrídates, en Queronea (86 a.C.), a la vez que Lucio Licinio Lúculo, legado de Sila, derrotaba a la flota pontina en Ténedos. Mientras, un ejército romano a las órdenes de Cayo Flavio Fimbria derrotaba a los ejércitos de Mitrídates a orillas del río Rhyndacus, en el noroeste de Anatolia, cerca del mar de Mármara. Forzado a negociar, Mitrídates firmó en el 85 a. C. el Tratado de Dárdanos, por el que se veía obligado a devolver todos los territorios ocupados y a pagar una indemnización de dos mil talentos, aunque conservaba su reino. A este enfrentamiento se le llamó la Primera Guerra Mitridática.
La Segunda Guerra Mitridática fue breve (apenas dos años, entre el 83 y el 81 a. C.) y de escasa relevancia. El general romano Lucio Licinio Murena, legado de Sila, invadió el Ponto y atacó a Mitrídates con la excusa de que estaba reorganizando su ejército para volver a atacar a los romanos; pero, tras la victoria de Mitrídates, Murena se retiró a territorio romano.
La Tercera Guerra Mitridática (74-65 a. C.)  estalló en el 74 a. C. y tuvo como desencadenante la muerte del rey de Bitinia Nicomedes IV. Éste, en su testamento, legaba su reino a Roma; pero Mitrídates, con la excusa de que el testamento era falso, invadió Bitinia. Por aquel entonces Roma estaba ocupada con sus propios problemas internos; las luchas entre el partido de los aristócratas y el de los populares y las sucesivas dictaduras de Cayo Mario y Lucio Cornelio Sila habían provocado un abundante derramamiento de sangre y el caos y la confusión reinaban en las instituciones romanas. Por si fuera poco, un antiguo pretor llamado Quinto Sertorio se había sublevado en Hispania y llevaba años combatiendo a las tropas enviadas por Roma. Por todo ello, los romanos tardaron en reaccionar y Mitrídates no encontró al principio demasiada oposición. Casi un año después, por fin, Roma envió tropas a Asia al mando de dos generales que acababan de cesar como cónsules: Lucio Licinio Lúculo, el que había combatido a Mitrídates a las órdenes de Sila quince años atrás, y Marco Aurelio Cotta. Lúculo llegó a Asia y organizó, con sus tropas y las legiones que encontró allí, un ejército de treinta mil soldados y dos mil quinientos jinetes.

Tetradracma de plata con la efigie de Tigranes II
Al principio, Mitrídates llevaba la iniciativa. Tras derrotar al ejército de Cotta y hundir su flota, lo obligó a refugiarse tras los muros de Calcedonia, A continuación, sitió la ciudad de Cícico, en Anatolia. Lúculo, hábil estratega, no se enfrentó a él de inmediato; permaneció a cierta distancia, hostigando a sus tropas y atacando sus líneas de abastecimiento. Y cuando la escasez de alimentos forzó a las tropas del Ponto a retirarse, Lúculo los atacó y exterminó a quince mil de ellos, persiguiéndolos en su desordenada huida y destrozando una y otra vez su retaguardia. Pero no se detuvo ahí; siguió avanzando, invadió el Ponto, destruyó la flota de Mitrídates en dos grandes batallas navales en Ilium y Lemnos, y ocupó la mayor parte de su reino, forzando al rey a refugiarse en Cabeira, una fortaleza en las agrestes montañas del norte, con buena parte de su ejército. Durante un tiempo, Lúculo dejó tranquilo a Mitrídates y se encargó de pacificar el territorio ocupado. Pero cuando intentó el asalto a Cabeira, hubo de retirarse sin conseguirlo. Poco después, en el 72 a. C., parte del ejército real cayó derrotado en una batalla contra tropas romanas y Mitrídates juzgó oportuno retirarse más al norte. Pero la retirada se hizo de manera desorganizada y la caballería romana aprovechó la ocasión para caer sobre ellos. Mitrídates se vio obligado a huir y buscar refugio en la corte de Tigranes II, quien se negó a entregarlo cuando los romanos lo reclamaron. Lúculo esperó tres años, que empleó en sofocar los últimos reductos de resistencia en el Ponto y en poner orden en las finanzas de la provincia de Asia. Y cuando tuvo sus asuntos en orden Lúculo optó por un audaz golpe de mano, y al frente de un pequeño ejército, cruzó el Éufrates y el Tigris e invadió Armenia.

Licio Licinio Lúculo (118-56 a. C.)
Lo cierto es que la estrategia de Lúculo era muy arriesgada. Con él llevaba apenas 24000 infantes y 15000 jinetes, mientras que el ejército armenio y sus aliados y vasallos rondaban el cuarto de millón de soldados. Al principio, Tigranes se sorprendió de la incursión y se lo tomó a broma, diciendo que aquellos romanos eran "muy pocos para ser un ejército, pero demasiados para ser una embajada". Sin darle mayor importancia, envía contra ellos a un ejército de 3000 hombres, que es exterminado sin problemas por los romanos. Un segundo contingente, más numeroso, sufre la misma suerte poco después. Lúculo avanza con rapidez por territorio enemigo, y antes de que Tigranes logre reaccionar, se presenta a las puertas de la capital, Tigranocerta. Tigranes huye con su familia para reunirse con sus tropas, que se estaban concentrando en el interior, mientras Lúculo sitia la ciudad.
Tigranes no tarda en regresar al frente de su imponente ejército: 25000 armenios y 80000 aliados georgianos, medas, asirios y kurdos. Lúculo no vacila; dejando 6000 hombres atrás para mantener el sitio de la capital, acude al encuentro de Tigranes. Ambos ejércitos se encuentran, cada uno en una orilla del río Batman-Su; Tigranes se coloca en el centro de la formación con sus tropas; en ambos flancos, las tropas de los reyes vasallos; tras los armenios, una colina; y en primera línea de batalla, el orgullo de Tigranes, sus divisiones de catafractos, caballería pesada en la que tanto las monturas como los jinetes llevaban una sólida armadura. Frente a ellos, los romanos, un tanto dubitativos; los supersticiosos soldados se muestran reacios a presentar batalla. Es el 6 de octubre del 69 a. C., el 36º aniversario de la derrota de Arausio, en la que un ejército romano de 120000 hombres había sido exterminado por las hordas de cimbrios y teutones, y los legionarios lo consideran un pésimo augurio. Lúculo desprecia sus temores: Yo haré de este un día glorioso para Roma. Ordena a parte de su infantería dar un rodeo para cruzar el río por un vado cercano. Tigranes ve este movimiento, pero cree equivocadamente que los romanos se retiran. Para evitar el ataque de los catafractos, Lúculo ordena a su caballería de tracios y galos que los hostiguen para distraerlos. Y así, tras cruzar el río, dos cohortes (1200 hombres) rodean el ejército armenio y suben la colina en la retaguardia del enemigo, para luego descender a la carrera, para así minimizar los daños causados por los arqueros, y caer sobre los sorprendidos armenios. Lúculo dirige personalmente el ataque, al grito de ¡El día es nuestro, mis compañeros soldados!. El ejército armenio se sume en el caos. Los catafractos intentan sumarse al combate pero sólo logran aumentar la confusión entre sus filas. Los auxiliares del ejército armenio no tardan en huir. La batalla deriva en una espantosa matanza.
Es difícil hacer un cálculo aproximado de las cifras definitivas de la batalla. Plutarco, en sus Vidas paralelas, exagera notablemente los números para aumentar la gloria de las tropas romanas. Así, dice que se midieron 12000 romanos frente a más de 220000 armenios, aunque seguramente fueron más bien 30000 frente a 100000. También dice que los romanos tuvieron solamente cinco muertos y un centenar de heridos, frente a más de 100000 muertos armenios, algo difícil de creer. Pero a pesar de la exageración, parece claro que hubo una enorme desproporción entre las bajas de ambos contendientes, y que las disciplinadas y experimentadas legiones romanas provocaron una terrible carnicería entre los armenios, que perdieron como mínimo 10000 hombres.


Tigranes se dio a la fuga abandonando incluso su equipaje, que quedó como botín de guerra para los romanos. Tigranocerta no tardó en caer; desguarnecida y sin posibilidad de recibir auxilio, se rindió a los romanos. Éstos saquearon la ciudad y la incendiaron, pero no se cebaron con la población, que pudo escapar y volver a sus lugares de origen (la mayoría de los habitantes habían sido obligados a instalarse allí cuando Tigranes construyó la ciudad). Por orden de Lúculo cada legionario recibió 800 dracmas del tesoro real, que suponían el equivalente a casi cuatro años de sueldo.
A pesar de la contundente victoria romana, la guerra continuó. Tigranes se retiró a la antigua capital, Artaxata, donde reorganizó los restos de sus ejércitos para seguir combatiendo. Lúculo volvió a derrotarlo cerca del río Arsanias, pero tuvo que enfrentarse a un motín entre sus propias tropas, hartas de combatir sin descanso en regiones hostiles (muchos de aquellos legionarios ya habían sobrepasado con creces su tiempo de servicio, que eran veinte años, y querían ser licenciados). Además, Lúculo, distante y poco comunicativo, no se había ganado el aprecio de sus soldados, pese a su generosidad.
El general romano se dirigió entonces al sur, donde conquistó Nisibis, defendida por Gouras, hermano de Tigranes, y allí acantonó sus tropas. Pero en el 67 a. C. estalló entre ellas un nuevo motín y los soldados se negaron a combatir, lo que fue aprovechado por Mitrídates y Tigranes para reconquistar la mayor parte de sus reinos. Finalmente, el Senado romano depuso a Lúculo y dio el mando de sus tropas a Cneo Pompeyo Magno, quien llegó al frente de su propio ejército. ya en el año 66 a. C. y derrotó sin demasiados problemas a Mitrídates y Tigranes. Mitrídates huyó al Reino del Bósforo, donde reinaba su hijo Macares, al que hizo asesinar por haberse aliado con los romanos. Intentó organizar un nuevo ejército para combatir a Pompeyo, pero otro de sus hijos, Farnaces II, se rebeló contra él y lo forzó a suicidarse. En cuanto a Tigranes, tras rendirse a Pompeyo, éste le permitió conservar parte de su antiguo reino a cambio de una compensación de 6000 talentos de plata. Reinó pacíficamente hasta su muerte, el 55 a. C., a los 85 años de edad, con la consideración de "amigo y aliado de Roma". El Ponto y parte de Armenia pasaron a ser provincias romanas.